Muere Fidel Castro
Fidel
Ahora que las cenizas de Fidel Castro ya reposan en el Mausoleo de Santiago de Cuba junto a las del «padre de la patria», José Martí, comienza el juicio de la historia sobre tan singular personaje.
Yo voy a limitarme a comentar su actitud ante la religión. En su infancia y primera juventud «el comandante» fue educado en los principios cristianos primero por los Hermanos de la Salle y después por los jesuitas. Al llegar a la Universidad perdió la fe y adhirió al marxismo-leninismo. Lo cuenta él mismo en el libro «Fidel y la religión» fruto de sus conversaciones con el dominico brasileño Frei Betto. En su última entrevista televisiva con el italiano Gianni Mina el anciano revolucionario se reafirma como no creyente pero muy respetuoso con el hecho religioso. «No existen contradicciones –había afirmado– entre los propósitos de la religión y los del socialismo. No existen». Dios habrá dado ya su última palabra sobre esta opción existencial.
Hay un hecho que creo importante señalar: las relaciones entre Cuba y la Santa Sede, que han cumplido ya los 80 años, no se rompieron durante los años más duros de la revolución, cuando fueron expulsados de Cuba muchos sacerdotes y confiscados numerosos bienes eclesiásticos. Dos hombres, con el apoyo de Juan XXIII y Pablo VI, pararon una ruptura que parecía inevitable: el Nuncio en la Habana, Cesare Zacchi, y el embajador cubano ante la Santa Sede, Luis Amado Blanco, (un asturiano emigrado al Caribe que murió en Roma siendo Decano del Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano).
Fidel Castro fue recibido por Juan Pablo II en el año 1996, y el papa polaco visitó Cuba dos años después, en enero de 1998. Dieron la vuelta al mundo la imagen de Wojtyla y el comandante mirando a sus relojes como si quisieran marcar la hora histórica y la frase del Papa deseando que «Cuba se abra al mundo con todas sus posibilidades y el mundo se abra a Cuba». Benedicto XVI y Francisco visitaron de nuevo la isla y en sus agendas no faltó la entrevista con el ya retirado Fidel Castro. Ahora, cuando se abre un nuevo período para Cuba, la iglesia tiene una importante tarea que realizar: que la transición sea pacífica y liberadora.
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