Fútbol
Fútbol es fútbol
El fútbol no es la vergonzosa pelea de unos padres en un partido de infantiles, mientras los hijos les piden calma. Dicho está: «No hay cosa peor que un futbolista con padre». Fútbol no es la simulación de una lesión irreversible para que el árbitro expulse al rival. O «lanzarse a la piscina». O rodar cual poseso con las manos en la cara tras un levísimo contacto en el culo. O escupir al contrario. O provocarle. O desafiar al público. O alardear de riqueza mientras el aficionado que paga el abono a duras penas llega a fin de mes. O despreciar todo lo que no es tu equipo. O a tu equipo cuando no gana. Todo eso no es fútbol, o sí lo es, pero no lo que arrastra a los campos a millones y millones de personas cada temporada. El fútbol es el 1% del PIB español, el deporte que con la Selección establece vínculos que la radicalización de determinadas aficiones destruyen. El fútbol es gozo, pasión, entretenimiento, espectáculo..., y nido de indeseables que lo utilizan para exponer lo peor del ser humano. Ultras que encuentran en este deporte un medio para zaherir, insultar, pelear y hasta para matar. Y también «juego entre dos equipos de once jugadores cada uno, cuyo objetivo es hacer entrar en la portería contraria un balón que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos, salvo por el portero en su área de meta» (RAE).
«Fútbol es fútbol» (Vujadin Boskov). «Algunos creen que el fútbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso» (Bill Shankly). Amaban el fútbol. «Los que pasan cinco horas viendo partidos de fútbol no deben tener derecho al voto» (Fernando Sánchez Dragó, lo destesta).
Pedro reniega de su papel en la Selección (2016) y regresa contento (2017), aunque sea para servir el desayuno. Ramos y Piqué se sacuden en las redes y se abrazan enfundados en la Roja. El fútbol es un misterio maravilloso.
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