Ángela Vallvey

Gallinas, etc.

Gallinas, etc.
Gallinas, etc.larazon

La noticia de que el 86% de los aspirantes a maestros en Madrid no superó una prueba de conocimientos preparada para alumnos de 12 años, ha minado mi moral. Pienso en los maravillosos maestros que yo tuve –en la EGB, el instituto, la universidad...–, en la importancia que algunos de ellos han tenido en mi vida. En lo afortunada que he sido. No sé si los niños de hoy pueden disfrutar de la gran ventaja de que dispusimos muchos: una buena educación. Es increíblemente triste ver cómo las cosas, en vez de mejorar, empeoran.

Para no dramatizar y desesperarme me he acordado de aquel tribunal de doctores donde estaba Ramón y Cajal. El examinado era un lerdo, no tenía ni idea y no respondía a las cuestiones, pero el presidente era benévolo con él: «Hágale una pregunta fácil», le ordenó a don Santiago. Y éste le preguntó: «¿Cómo están de salud sus señores padres?»

Don Francisco Bergamín (1855-1937), que se autodenominaba «el hombre más feo de España», fue catedrático de Legislación Mercantil en la Escuela de Comercio de Madrid. Durante los exámenes ordinarios, le preguntó a un muchacho sobre la letra de cambio, y el chaval se calló como una trabajadora del amor. Bergamín, impresionado por la ignorancia del gurrumino, insistió: «¡No me diga usted que no sabe lo que es una letra de cambio!». El alumno confesó con toda franqueza que no tenía ni idea, de modo que don Francisco suspiró profunda y teatralmente y exclamó: «¡Pues... dichoso usted!». Viendo cómo está España, tal vez habría que hacer como don Francisco Bergamín y, ante esos aspirantes a maestro que no saben dónde está Ávila y creen que las gallinas son mamíferos, quizás deberíamos exclamar –suspirando... por la herida, claro–: «¡Pues dichosos ustedes, que no tienen ni idea!...»