El desafío independentista
Ganar perdiendo
Decía Cela que el que resiste gana. Y el que arriesga también. No hubo más que oír los comentarios el día que el Gobierno acudió al Consejo de Estado y éste le dijo que no. A pesar del recurso al Constitucional ya había quien pedía la cabeza de la vicepresidenta por convocar una rueda de prensa sin tener –amarrado decían– el parecer del Consejo. Lo siguiente –también lo anunciaban– sería una crisis de gobierno. Pues no. Y no porque el Tribunal Constitucional decidió por unanimidad –con la ausencia del conservador Ollero– que el ex presidente de la Generalitat sólo podrá ser investido si acude al Parlament –anulando la vía telemática o por delegación coincidiendo con los letrados del Parlament– con lo que también se quedarán sin votar los consejeros huidos. Y además deja también claro que si Puigdemont consigue sortear al CNI –cosa que ya ha ocurrido otras veces– o a las Fuerzas de la Seguridad del Estado, y se cuela en el Parlament, sólo pueda ser investido si el juez Llarena lo autoriza: primero tendría que ser detenido y luego ser autorizado. El ministro Zoido ha respirado.Y dos regalitos más: ni Puigdemont ni sus ex consejeros fugados podrán delegar su voto. O se entregan a la justicia española o renuncian. La mayoría absoluta independentista peligra. Y segundo; advierte a la mesa del Parlament de las responsabilidades, incluidas las penales, en las que podrían incurrir si desobedecen la suspensión. Las consecuencias políticas de esta sentencia son evidentes. El Gobierno toma la iniciativa y consigue que no se produzca una nueva afrenta a nuestra democracia. El PSOE, que lo ha apoyado, se congratula y Ciudadanos, que ni siquiera fue consultado, sigue en su estrategia de desaparecer cuando hay lío. El hecho es que si los huidos no votan, los independentistas se quedarán sin mayoría absoluta. La dimisión de alguno de ellos, tres ya la han anunciado, se hace necesaria para que la lista corra y sigan conservando esa mayoría situada en los 68 votos. Puigdemont lo tiene difícil. Los que criticaban al Gobierno por presentar el recurso están ahora callados. A partir de hoy las batallas miran al Supremo y al juez Llarena. Pero la semana pasada el Gobierno se apuntó un tanto. Quizá pensó que las únicas batallas que se ganan son las que se dan, aunque a veces parezca que se hayan perdido.
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