Alfonso Ussía
Gobernar lo que odian
Pepe Stalin, que era georgiano, amaba el concepto gigantesco de la Gran Rusia. Iglesias, Monedero y Errejón, que son estalinistas, odian a España y sus símbolos. No obstante, desean gobernar aquello que aborrecen. Como el nuevo presidente de una poderosa empresa que anuncia lo que sigue en su primera Junta General de Accionistas: «Señores accionistas, deseo comunicarles que me he impuesto el objetivo de arruinar esta empresa». Y oídas sus palabras, los futuros arruinados le dedican una cerrada ovación.
Podemos de Cataluña, País Vasco, Galicia y Baleares han anunciado que, en el caso de asumir las responsabilidades de gobierno, pedirán la autodeterminación de los mencionados territorios. Es decir, la independencia, la mutilación de España. Los de Navarra, previamente, procederán a anexionar el viejo Reino al País Vasco, aunque la mayoría de los navarros rechace la fusión. No desean el poder para mejorar España, sino para trocearla y convertirla en un conglomerado de Estaditos que jamás han sido naciones.
Todas las naciones de Europa, incluidas las más modernas, tienen unas izquierdas fundamentalmente patrióticas. Son las ideas y las prioridades sociales las que se discuten, no la unidad o fragmentación de la Patria. Ese patriotismo envidiable se sostiene, quizá, por una realidad histórica. Sus guerras lo han sido contra otras naciones, mientras que en España, durante el siglo XX, fue una España la vencedora y otra España la derrotada. El bucle melancólico del comunismo pretende llevarnos a setenta y cinco años atrás, y el símbolo efímero que dibujó el fracaso quiere sustituir al símbolo común que tenemos los españoles desde el reinado de Carlos III, con la Primera República incluida en el abrazo de la Bandera histórica y común.
Extraña que nadie en Podemos se haya atrevido a adelantar lo que haría su partido político con el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas. Pero en círculos próximos a sus dirigentes se habla de una posible importación de mandos cubanos y bolivarianos que sustituirían a los generales y coroneles españoles. Porque esa izquierda estalinista no es antimilitarista, sino antipatriótica. Los regímenes que la apoyan y la financian sustentan sus tiranías en el poder militar. Jamás ha tenido España unas Fuerzas Armadas tan involucradas en la democracia y tan disciplinadas y leales al Poder civil. Paradójicamente, ese modelo de Fuerzas Armadas no interesa a los españoles que no desean serlo.
No nos hallamos ante la irrupción de la inteligencia y la sabiduría. Nada tiene que ver la situación actual con el pensamiento que se reunió en los principios de la Segunda República, y que con tanta prontitud se distanció de sus métodos. Éstos que ahora intentan venir son unos meros profesores incapacitados por su desequilibrio emocional. No vienen a construir sino a destruir lo que tantos esfuerzos ha costado levantar. Esfuerzos de la Derecha y esfuerzos de la Izquierda. Tampoco llegan limpios. La corrupción en los partidos políticos establecidos ha sido demoledora. Se exige una refundación de sus principios y valores y una energía e inflexibilidad contra sus dirigentes corruptos infinitamente más severa. Pero en pocos meses también se han encadenado evidentes corruptelas que afectan a dirigentes de Podemos y allegadas sentimentales. Asombra el margen de perdón y amnistía que muchos conceden a estas irregularidades.
No se puede aspirar a gobernar lo que se odia. Y en ésas estamos.
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