Cristina López Schlichting

Gracias a los Villota

Cuando se va a cumplir un mes de la muerte de María de Villota muchos seguimos preguntándonos por qué tuvo que fallecer después de superar un accidente prácticamente mortal. Yo no tengo respuesta, pero sí sé por qué vivió: para darnos esperanza. Isabel, su hermana, anunció el fallecimiento con un tweet sorprendente: «Doy gracias a Dios por el año y medio de más que la dejó entre nosotros». ¿Cómo puede una familia afrontar la muerte de esta forma? «Yo era piloto. Corría mucho, a gran velocidad. Tan rápido que apenas calaban en mí las gotas de las miserias de la vida», así empieza la biografía de María de Villota, la historia de una guerrera luchadora que se definía como una «cabezota» y dijo en una entrevista a la televisión Navarra: «El automovilismo me ha hecho lo que soy. Tan fuerte como para superar el accidente». Pero algo pasó que convirtió a la piloto ambiciosa en una fuente transparente de felicidad para todos. Para empezar, desde su accidente y hasta su muerte, se consagró al trabajo con los niños enfermos. Decía: «Ahora estoy en la piel de todos los que comparten conmigo su sufrimiento. Rezo cada noche por los que han sufrido como yo y no se sienten fuertes». En segundo lugar, nació en ella un tremendo agradecimiento por estar viva, que se recoge en el título de su biografía: «La vida es un regalo». Finalmente, se asomó al misterio insondable del Ser: «Perdí un ojo por algo –decía–, es como una señal». Afirmaba que había recibido una segunda oportunidad para un destino mejor. María de Villota dejó de correr, que era sin duda la ilusión de su vida, pero en ese momento descubrió una dimensión más profunda: «Algunos dicen que estoy tan sensible porque mi accidente está aún muy reciente. Apenas ha pasado un año... pero por eso precisamente escribo este libro ahora, porque no quiero que el tiempo borre cómo siento, veo y pienso en este momento. Porque no quiero que este dolor y esta alegría de vivir se pasen como se pasa todo en la vida. No, este accidente no se puede pasar. No quiero que se decolore». Tenía el deseo de que las cosas no decayesen, que es el más noble anhelo del ser humano sincero. No sé...tal vez el Señor se la llevó justo en este momento para que no cambiase jamás esta intensidad de vida. A nosotros nos queda el agradecimiento hacia ella y esa familia que celebró los funerales con paz y nos reforzó en la certeza de que la vida es un bien hasta en el dolor y la muerte.