Cristina López Schlichting
¿Habrá tercera guerra mundial?
Tras el derribo del caza SU-24, Rusia ha tomado tres medidas alarmantes para amenazar a los aviones turcos. Para empezar, Moscú ha ordenado que sus bombarderos en Siria, especialmente en la zona colindante con Turquía, vayan escoltados por aviones de combate, cosa que no hacían hasta ahora. En segundo lugar, el portamisiles «Moskova», con defensa antiaérea, acaba de situarse en la zona. En tercero, Putin ha anunciado que desplegará misiles antiaéreos en Siria. Es horrible pensar en la posibilidad de una escalada de violencia entre Ankara –aliado de la OTAN– y Moscú. El gran público no entiende qué hacen dos de las mayores potencias militares del mundo enfrentándose, cuando el enemigo común es Dáesh, el EI. Haya o no entrado el avión ruso en territorio turco, Erdogán ha reaccionado y encendido un piloto rojo. Siria e Irak son ahora mismo –y en especial tras las desastrosas guerras de Irak– un rompecabezas endiablado de etnias, nacionalidades y religiones combatiendo entre sí. A río revuelto, ganancia de pescadores. Dáesh navega triunfante entre un mar de guerrillas sunitas, chiitas, kurdas y ejércitos regulares sirio e iraquí. Entre las muchas disensiones, sobresale la falta de acuerdo sobre el futuro de Bashar Al Asad, el dirigente de Siria, tan odiado y necesario ahora como en su día el terrible Sadam Husein o líderes como Mubarak en Egipto o Gadafi en Libia. Paradójicamente, en una parte del mundo donde la falta de clases medias dificulta la implantación de la democracia, los dictadores fueron durante décadas la garantía del orden social. Ahora que toda la estructura administrativa y territorial de los estados se ha visto alterada por las guerras y la desgraciada Primavera Árabe, es la población civil, musulmana, yasidí, judía, cristiana, la que resulta diezmada y deportada. En Siria han sido desplazadas cuatro millones de personas. En el Kurdistán iraquí hay un cuarto de millón de refugiados. Hay dos millones en Turquía. Es un desastre global. En este puzle caótico, cualquier exceso militar, cualquier desliz diplomático, puede tener consecuencias tan incalculables como el asesinato del archiduque en Sarajevo, que desató la Primera Guerra Mundial. La semana está siendo frenética en actividad diplomática francesa, con Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Rusia. Esperemos que los líderes sepan conservar la sangre fría y que de las conversaciones surja un acuerdo sobre lo que hay que bombardear y cuándo. No es operativo, dos años después de la caída de Mosul, después de tanto sufrimiento de millones de personas, que los aliados, con Turquía a la cabeza, apuesten por acabar militarmente con Asad en Siria y Rusia insista en apoyarlo con su ejército. Es este caos el que permite el avance de Dáesh. Probablemente es más realista contar con el dirigente sirio que sumarlo a los enemigos en el campo de batalla, pero, en cualquier caso, del acuerdo de todas las potencias dependen la victoria contra el ISIS y la paz mundial.
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