Represión en Venezuela
Hasta los mismísimos
Dicen que el ser humano se acostumbra a todo, pero me siguen produciendo arcadas. Escucho a Monedero lamentarse de que Leopoldo López haya salido de la mazmorra chavista y me entran ganas de vomitar.
Y no les digo la grima y el asco que me produce escuchar los argumentos de la alcaldesa Carmena para no colocar en la fachada del Ayuntamiento de Madrid una pancarta en memoria de Miguel Ángel Blanco. La náusea es ya sideral cuando paso revista a las declaraciones de Kichi, Alberto Garzón, y toda esa patulea sobre el preso político venezolano o lo que es más grave, a propósito del joven concejal de Ermua, asesinado hace veinte años de un tiro en la nuca por la banda que Pablo Iglesias elogiaba en las herrikotabernas.
Se equivoca Carlos Herrera cuando dice que es necedad. Es algo mucho más nauseabundo, porque a la estulticia unen ignorancia y sectarismo. Si pudieran, si las urnas en lugar de haberlos convertido en la tercera fuerza del Parlamento les hiciera primera, intentarían implantar en España las fórmulas que aplica su amigo Maduro en Venezuela y a los discrepantes nos administrarían sin remilgos la «medicina bolivariana». A esta pandilla, que con nómina, escaño y coche oficial jalea al matón Andrés Bódalo, elogia al etarra Otegi y defiende a «Alfon», el de la mochila con explosivos, no le faltan las ganas, sino las fuerzas. En cualquier caso, son lo que son y van a la baja, no porque el PP les plante cara ideológicamente o porque los medios de comunicación los pongan rotundamente en su sitio, sino porque la economía va a hacia arriba y sin paro, sin crisis, sin mangancias y desastres tienen poco que rascar. Se me pasó antes comentar que el tal «Alfon» ejerce ya de columnista de relumbrón en el diario Público. Suena chusco, pero forma parte de las desazonantes costumbres de los medios de comunicación españoles. Lo lógico, lo normal y lo profesional hubiera sido que alguno de los reporteros, después de escuchar a Monedero soltar que en Venezuela funciona el Estado de Derecho, le hubiera preguntado por el medio millón que le dieron los verdugos chavistas para lanzar Podemos en España. Allí todos tomaron dócilmente notas y el facineroso, al igual que sus compinches separatistas, los proetarras y los que ofenden a las víctimas del terrorismo, sólo tuvo que preocuparse de ajustar su agente para salir en los docenas de programas de televisión donde a el y a otros que odian a España, se les da cancha y fumigan al que se salte el guión y ose hacer de periodista. ¡Qué tropa!
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