José Antonio Álvarez Gundín
Hay un robot en la Redacción
La última noticia sobre Periodismo es que ya no hacen falta periodistas para hacer información. Serán sustituidos por robots, cuya primera promoción ha empezado a trabajar en varias publicaciones a plena satisfacción de sus editores. Nada menos que en The New York Times, sección Deportes; en Los Angeles Times, sección Sociedad; y en la agencia Associated Press, amén de en varias revistas especializadas. También llegarán a LA RAZÓN. Al decir de Recursos Humanos, los nuevos becarios vienen sólidamente formados y son habilidosos en redactar con precisión los pormenores de un terremoto o los errores tácticos de los entrenadores en el Mundial de Brasil, valga el ejemplo. Sus currículos académicos son apabullantes: algoritmos matemáticos de última generación capaces de responder a las preguntas canónicas Qué, Quién, Dónde, Cuándo y Cómo de una noticia.
Aún no pueden resolver el por qué, pero ¿acaso los periodistas de carne y hueso saben el porqué de todas las cosas de las que informan? Llegado el caso, también podrán elaborar coloridas crónicas de ambiente o mítines políticos de alto voltaje. Imaginemos un concierto multitudinario de rock. El joven robot pone en danza sus algoritmos musicales y tras recopilar todos los datos disponibles en la red, como la temperatura de ese día, el número exacto de entradas vendidas, la vestimenta de los fans, el repertorio de la banda, los bises y los coros del público, el despliegue policial, el consumo de bebidas, la coreografía de la banda, los miles de selfies, whatsapps y vídeos subidos a internet, las descargas de decibelios y los disparos de los cañones de luz... En suma, miles de datos que el becario virtual transforma en una crónica, debidamente ilustrada con imágenes espectaculares, siguiendo la pauta del estilo literario más adecuado de cuantos tiene archivados en sus circuitos. Y en unos pocos minutos, ¡ale hop!, los lectores podrán sumergirse en el concierto de la mano del nuevo periodismo como si hubieran estado allí. Ni que decir tiene que los editores están felices ante las excelentes perspectivas que se abren para combatir la crisis. ¿Empresas sin los incómodos, indisciplinados y tocapelotas periodistas? Ni en sueños pudieron imaginarlo. No obstante, tendrán que esperar un poco. De momento, el becario de silicio no puede sustituir al columnista ni posee la destreza de escribir artículos de opinión. Al parecer, la ironía, el humor o el retrúecano se resisten a la inteligencia artificial. Aunque, ¿quién puede asegurarle a usted, perplejo lector, que esta columna no es ya uno de sus productos?
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