Toni Bolaño
Horizonte 2015
Pere Navarro lo ha intentado hasta el final. Se ha enfrentado con el PSOE sobre el derecho a decidir. Ha tenido un duro desgaste por el debate interno sobre esta cuestión. Le han dicho de todo, a diestro y siniestro. Ha logrado que Rubalcaba, y el conjunto del PSOE, se avengan a buscar una salida al desaguisado de Cataluña abanderando la solución federal. Ha intentado atemperar las veleidades soberanistas dando cobertura al derecho a decidir siempre que fuera legal, con el desgaste electoral que le comportaba. Para nada. El PSC ha sido traicionado, o dicho de forma más coloquial, Navarro se ha caído del guindo.
Los socialistas de Navarro se creyeron que eran pieza básica en el consenso. Escucharon los cantos de sirena que le lanzaban los nacionalistas. Votaron a favor de la resolución de Rigol, pero el consenso duró minutos. La resolución apoyada por CiU, ERC, IC y la CUP, que exige al Gobierno central una negociación en un plazo de tres meses, les dejó en evidencia. Navarro se dio cuenta de que el derecho a decidir siempre ha sido un sucedáneo. Que lo que realmente quiere el nacionalismo catalán es la independencia, un referéndum secesionista.
El presidente catalán reaccionó con dureza contra el PSC, argumentando que era necesario unidad «fer pinya» contra los de afuera. O sea, el recurrente argumento de siempre. «Ellos y nosotros», «buenos y malos». Navarro, contrariado, ha dejado claro que con el PSC no cuenten porque de hecho la propuesta ha «fet llenya» sobre el consenso. Llega tarde. El líder socialista ha perdido un tiempo precioso en el que las heridas internas se han agrandado, la desmoralización de sus bases es evidente y la desmotivación electoral se hace patente en las encuestas. Dice que ha sido engañado, pero más bien parece que se ha dejado engañar. El derecho a decidir siempre ha sido un escudo frente a Europa porque el nacionalismo no podía acogerse al derecho a autodeterminación, como dejó claro un informe encargado por la CatDem, y un arma arrojadiza contra España al situar en el mismo escenario la elección entre «democracia o legalidad».
Artur Mas sabe que el no a su petición lo tiene asegurado. Es lo que busca. Tiene al PSC noqueado y ahora toca soltar lastre. Duran tiene en su mano una patata caliente. Si se aviene a las pretensiones de Mas, quedará diluido. Si se enfrenta, sólo le queda la ruptura. El horizonte electoral tras la negativa a la consulta ilegal se sitúa en mayo de 2015. En esa fecha, Mas hará coincidir sus elecciones plebiscitarias con las municipales. Está poniendo toda la carne en el asador. Alea jacta est.
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