Alfonso Ussía
Hoy, 20, 45 horas
Un Real Madrid-Atlético de Madrid es más fiesta que enfrentamiento. El madridismo no odia al Atlético, aunque al revés no suceda lo mismo. Presiento a María José Navarro encolerizada. Bueno es saberlo. Cuando don Santiago Bernabéu jugaba en el Real Madrid en el campo de O´Donell, disfrutaba en los partidos contra el Atlético. «Éramos amigos. Y los que perdían pagaban las palomitas de los que ganaban». Estas palabras no se admitirían en la actualidad hipócrita que nos envuelve. Las palomitas eran las putitas que endulzaban a los futbolistas las horas siguientes a los partidos. Esa costumbre sólo se reservaba a los Real Madrid-Atlético, y de ahí las preferencias de don Santiago. Esto, que suena hoy tan exótico, lo recordó el mítico Presidente del Real Madrid con don Vicente Calderón sentado a su lado durante una celebración colchonera. El mismo don Vicente, el mejor Presidente de la historia del Atlético de Madrid, era socio del Real Madrid y nadie se lo afeó. Para mí, que el desencuentro entre madridistas y atléticos nació cuando Hugo Sánchez se cambió de barrio. Años más tarde lo hizo Schuster, y nadie le concedió importancia. Entre el Real Madrid y el Atlético la rivalidad era tan intensa como la amistad. Cuando el Atlético tuvo que abandonar su Metropolitano, por un retraso en la terminación de las obras del Vicente Calderón, que principió llamándose Estadio del Manzanares, el Atlético disputó los partidos de la Liga Nacional de Fútbol en el Bernabéu en su condición de local. Cuando, por una lesión que debilitó la delantera del Atlético, don Vicente le pidió a don Santiago la cesión de Grosso, recién llegado al Real Madrid procedente del Plus Ultra, Bernabéu se lo cedió. Y Grosso jugó con la camiseta rojiblanca una temporada, y bastante bien. Su problema, que solventó con dignidad, llegó cuando volvió al Real Madrid a sustituir a Di Stéfano, cabronada mayúscula.
El Real-Atlético se disputó en varias ocasiones en la Copa de Europa. Ahí tuvo más equipo o más fortuna el Real Madrid, pero una eliminatoria se decidió con un tercer partido en Zaragoza. Era habitual, pasados los años, ver a Di Stéfano, Santamaría o Gento compartir mesa en el restaurante «Frontón» con Enrique Collar, Isacio Calleja o Adelardo. La rivalidad, jamás enemistad, se quedaba en la ducha.
Resulta lamentable que las finales de la Copa de Europa, en su versión de Liga de Campeones, disputadas entre el Madrid y el Aleti hayan generado un enconamiento tan acentuado entre los dos clubes grandes de la Capital de España. En la primera, con el gol de Sergio Ramos en el minuto 93, los atléticos olvidan que después de la cantada de Casillas que regaló el gol a Godin, el Real Madrid pudo ganar con holgura, y el Atlético no sólo se echó atrás, sino que perdió todo el tiempo que pudo. Entiendo que fue dolorosísimo para los atléticos, pero nada parecido a un «robo», como tanto les gusta definir su merecida derrota. En la otra final, el gol de Sergio Ramos fue ilegal por rematar éste en un ajustadísimo fuera de juego. Pero el fuera de juego, por ajustado que sea es ilegal, y ahí tuvieron razón los atléticos. No obstante, creo con la mano en el corazón –blanco, claro–, que el Real Madrid jugó mejor, tuvo más oportunidades y clavó los cinco penaltis.
Dicen los atléticos que la Copa de Europa está en deuda con el Atlético de Madrid. Disiento con todo respeto. El Atlético, desde que llegó Simeone, es de nuevo un grande de Europa. Pero la Orejona hay que ganarla sin buscar excusas. Tiene la oportunidad este año de hacerlo. Lo malo es que se enfrenta hoy al Real Madrid en el primer partido de las semifinales. Que gane el mejor. Fuera el odio y los resentimientos. Fuera también la prepotencia y las miradas por encima del hombro. Mi deseo es que gane el Real Madrid con claridad y justicia. Si lo hace el Atlético seré en la final un colchonero más. Real y Atlético, cuando juegan en un torneo europeo, el más importante del mundo, representan a sus clubes, a sus seguidores, a Madrid y a España. Dentro de los matices de las preferencias, Madrid y España van a ser eliminados y Madrid y España van a llegar a la final. Por ello, que ruede el balón y Dios reparta suerte. Como antaño. A cara de perro y sin rencores propios de provincianos del nordeste.
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