Política

Francisco Marhuenda

Imprescindible e inútil

Imprescindible e inútil
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Era un debate tan imprescindible como inútil. La corrupción es uno de los temas que más preocupan e inquietan a los ciudadanos, porque hay un gran número de escándalos que están abiertos en los tribunales y son, lógicamente, un tema informativo de gran relevancia. Los medios de comunicación recogemos la realidad social y no provocamos ninguna alarma, porque estamos reflejando escándalos de grandes dimensiones tanto por los importes como por los encausados. Me gustaría que la corrupción fuese una página en blanco en los diarios, porque no existiera, pero desgraciadamente tenemos que recoger una realidad que es lacerante. Es evidente que se han hecho las cosas mal cuando no hemos sido capaces de erradicar esta lacra y cuando existen corruptos y corruptores, porque es un delito bidireccional. Hay indeseables que se corrompen porque otros indeseables los corrompen.

La sociedad espera medidas claras y contundentes. No quiere gestos de cara a la galería o cataplasma, sino una cirugía general que erradique este tipo de prácticas y establezca los controles disuasorios y las medidas coercitivas que nos sitúen entre los países más avanzados del mundo en esta materia. Fue un debate necesario porque es fundamental que estos temas se traten en el Parlamento y se presenten propuestas que se conviertan en normas de obligado cumplimiento. A la vez fue inútil, porque estamos a seis meses de unas elecciones municipales y autonómicas y a un año de las generales. Rajoy estuvo claro y contundente, aunque era evidente que no conseguiría convencer a una oposición que tiene puesta la vista en las convocatorias electorales.

Una vez más, pudimos comprobar que los partidos utilizan distintas varas de medir en función de si los escándalos les afectan o no a ellos. No se puede decir que el presidente del Gobierno no presentara propuestas concretas, porque fueron un total de 70 medidas de regeneración democrática que afectan al funcionamiento y financiación de los partidos, las obligaciones de los altos cargos, medidas procesales y penales, reformas del régimen jurídico del sector público y de la ley de contratos así como de la iniciativa legislativa popular. ¿Dónde está la ausencia de medidas y concreciones? Lo normal tras este debate sería que los grupos se sentaran para emprender conjuntamente las reformas, pero una vez más soy pesimista porque los tiempos lo hacen imposible. Desde la Transición nos hemos acostumbrado a los debates del «y tú más», algo que se pudo ver ayer con meridiana claridad.

Los líderes de la oposición se erigieron en justicieros a la búsqueda del rédito electoral. No me parece acertado, porque el desgaste del PP ya se ha producido, pero también del PSOE. Los excesos dialécticos y la sobreactuación sólo benefician a los grupos antisistema, que aprovechan la oportunidad para cuestionar, precisamente, el sistema y extender que la corrupción es algo sistémico. Esta idea rupturista es preocupante, porque España necesita la estabilidad que ha tenido desde la Transición para continuar en la senda del crecimiento económico y profundizar en el Estado del Bienestar Social. Es cierto que tenemos que ser muy exigentes con los políticos, pero la corrupción está más extendida porque haya otros delitos económicos y fiscales que son prácticas corruptas.