
Opinión
Sánchez ha aprovechado el verano
El presidente envalentonado de este septiembre contrasta con esa idea del «esto está hecho» que Génova había venido vendiendo

Pedro Sánchez ha vuelto en plena forma de las vacaciones de verano. Las tres semanas en la residencia estatal de Lanzarote han tenido un efecto revitalizador innegable. Lo que se quiso vender como el retiro de un político que se despedía de las prebendas del cargo ha resultado ser un tiempo muy bien aprovechado para maquinar una estrategia con la que recuperar el mango del relato.
Cualquiera diría que su núcleo más cercano se divide entre la prisión preventiva y el paseíllo judicial periódico. O que en la presente legislatura no se haya presentado ni un solo proyecto de Presupuestos Generales del Estado. O que haga más de tres años ya que no se celebre el Debate sobre el Estado de la Nación. Hasta su aspecto físico es notablemente mejor. Pudo apreciarse en la última sesión de control.
Está terminando la tercera semana de septiembre y la conversación pública no ha dejado de transcurrir, en ningún solo momento, por exactamente los cauces en los que el PSOE ha querido que transcurra. Ahora mismo, en un país con problemas severos de respuesta en los servicios públicos y en los que comprarse una casa es casi un imposible para buena parte de su población, el debate ha girado casi en exclusiva sobre la tragedia que se vive a 3.600 kilómetros de la capital de España. La disposición a decir o no «genocidio» como detector de desalmados que apoyen, desde el sofá, el asesinato de civiles, niños incluidos. La protesta callejera a favor de las tesis del poder y no para revertir ninguna de sus políticas.
El sintagma «genocidio en Palestina» consigue así el mismo efecto que la invocación a los niños que se mueren de hambre en buena parte del globo cuando un infante del Occidente privilegiado se pone a lloriquear por algún drama del primer mundo. La discusión sobre cualquier asunto puede zanjarse entonces muy rápidamente porque, en la comparación, quedará como algo irrelevante.
Por el contrario, da la sensación de que en el Partido Popular no han terminado de sacudirse la arena playera de los pies. Y no será por el sinfín de actos con los que «se da comienzo al curso político». Es como si el congreso del mes de julio jamás se hubiera celebrado. Pareciera que, tras la euforia en volandas del trabajo de la UCO de los últimos compases antes del parón estival, la labor de la oposición se reduce a esperar a que esta unidad tenga listo, por fin, un informe nuevo.
El Sánchez envalentonado de este septiembre contrasta con esa idea del «esto está hecho» que Génova había venido vendiendo en los últimos tiempos. Se añade a la serie que se empezó con las ideas, contradichas por la realidad, de que la legislatura primero no sería capaz de arrancar y, poco después, de que iba a durar muy poco. Todo ello abunda en la frustración del centroderecha sociológico, al que el presidente del Gobierno le empieza a parecer a esos villanos legendarios del cine de terror que salen de la tumba para dar un susto al patio de butacas cuando ya parecían estar muertos y enterrados. (Políticamente en ambos casos, por si merodea por aquí algún policía de la Literalidad).
Este texto se escribe en el preciso momento en el que la oposición se acaba de encontrar con un asunto que le puede permitir, a la vez, enfrentarse con el Gobierno mientras marca distancias con Vox. El escándalo mayúsculo del fallo de las pulseras antimaltrato revelado por la memoria anual de la fiscalía y cuyo impacto preciso todavía no se conoce. Un sucedido que se demuestra prueba enésima del pésimo funcionamiento de los engranajes del Estado, del que no se libra ni uno de los temas más nucleares en el relato del ejecutivo. De nuevo, un ejemplo de que la importancia de los problemas ha pasado a medirse en la cantidad de discurso que se le dedican y no en la más elemental rendición de cuentas sobre las medidas aplicadas para solucionarlos.
Si, en el momento de escribir estas líneas, lo de las pulseras no ha escalado todavía al primer puesto de la conversación pública y seguimos todos hablando exactamente de aquello de lo que el Gobierno quiere que se hable, será la prueba de que han alcanzado el éxito en la construcción de una cámara (acorazada) de eco.
Estas temperaturas altísimas contribuyen a que el verano no termine de quedar desterrado de nuestras cabezas. Pero la maquinaria política tiene ya las vacaciones en el dedo gordo del pie.
Eso no quita para que los líderes fantaseen con alguna escapadita con la que desconectar un fin de semana que permita recuperar fuerzas. Dicen que este otoño Lanzarote va a ser el destino de moda.
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