Ely del Valle
Incompetencia o vasallaje
La decisión de la Junta de Fiscales de hacer piña con Torres-Dulce deja a sus colegas de Cataluña en una situación delicada: si 22 señores que son la élite de la profesión– y además, poco sospechosos de estar al servicio del Gobierno puesto que la mayoría accedió al cargo de la mano del PSOE– son capaces de ver lo que ellos niegan, o Romero de Tejada y compañía son muy torpes y necesitan en consecuencia una jubilación anticipada, o son ellos y no los demás los que se mueven al son que les marca la Generalitat y en ese caso urge, por el bien de una Justicia justa, que los ingresen una temporada en el Proyecto Hombre de los fiscales para ver si así logran desengancharse de una dependencia política que les honra como vasallos pero les desacredita como servidores de la Ley.
Pocas cosas hay que encierren tanta sabiduría como el refranero español cuando apunta aquello del dime de qué presumes y te diré de lo que careces. Lo de acusar al rival de ladrón mientras se le sisa la cartera es habitual entre quienes consideran que sólo es democrático aquello que les beneficia, como saben muy bien los nacionalismos furibundos. Torres-Dulce ha tenido que escuchar estos días cómo se le acusaba de estar actuando al dictado de un Estado opresor empeñado en tocarle las narices al único héroe capaz de competir en potencia mandibular con el mismísimo Superman. El veredicto prácticamente unánime de la cúpula fiscal ha venido a demostrar que en este asunto el servilismo feudal tiene un radio de acción muy concreto; porque la otra posibilidad, la de que los fiscales catalanes sufran el síndrome de Peter y no sean capaces de detectar cuándo se está vulnerando la Ley, no cuela ni entre los que están dispuestos a creerse que Isabel la Católica era de Cornellá, que los hay.
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