Escrito en la pared

Universidad: ¿bajo las reglas?

No me ha extrañado lo más mínimo que mi universidad haya nombrado directora de una cátedra a alguien de relumbrón, pero sin título, o que su rector haya sido imputado en la causa judicial abierta para aquella

Cualquier lector ajeno al mundo universitario tal vez no puede imaginar la anchura del catálogo de normas que regulan los más recónditos aspectos de la actividad académica. Mucha gente piensa que los profesores, amparados en la libertad de cátedra, pueden actuar a su antojo como si fueran los intérpretes supremos de la sabiduría o la satrapía. Pero eso no es así, aunque en el mundo académico haya un buen número de personas que actúan como si lo creyeran, ignorándolo todo sobre las reglas a las que debe someterse su actividad. De ahí las quejas sobre la burocracia bajo la que se amparan muchas decisiones arbitrarias, las más de las veces injustas, que luego se ocultan bajo un trapicheo de papeles que se corrigen al antojo de los que ostentan el poder, sea cual sea su nivel, desde el más bajo de un departamento hasta el más elevado de un rectorado.

En mi larga vida universitaria he visto de todo. Desde un servicio de meretrices instalado en mi facultad para satisfacer las necesidades de variados usuarios –y llenar de paso la cuenta corriente de quien lo gestionaba–, hasta el amaño de las cuentas anuales de la universidad para ocultar su déficit –y así aparentar el cumplimiento de las normas de estabilidad presupuestaria–, pasando por la corrección retroactiva de documentos administrativos o el intento de otorgar honores a quienes, en virtud del reglamento, no tenían suficientes méritos. Siempre me he opuesto a todo ello blandiendo los estatutos, la ley universitaria de turno o las simples normas adoptadas por el Consejo de Gobierno. Y he de decir que en algunas ocasiones lo he hecho con fortuna, aunque las más de ellas hube de asumir mi posición minoritaria perdiendo más votaciones que ganándolas en los órganos colegiados a los que he pertenecido. Es lo que pasa cuando no se tiene poder aunque haya razón.

En virtud de esta experiencia estoy curado de espanto. Y por eso no me ha extrañado lo más mínimo que mi universidad haya nombrado directora de una cátedra a alguien de relumbrón, pero sin título, o que su rector haya sido imputado en la causa judicial abierta para aquella. No prejuzgo nada. Solo espero el desenlace de este enredo.