Julián Cabrera
Inquietante ausente
Curiosas sensaciones las que ayer se hacían notar en el Congreso de los Diputados. De un lado no me negarán que ya resulta cuando menos reconfortante que los grandes trazos de la política nacional no se dibujen, tanto por el escenario como por los actores, en las tertulias televisivas, y de otro, parece evidente que hablamos de la primera vez en la historia de la democracia en la que el protagonista de esa política doméstica en los últimos meses está todavía fuera de los muros del Parlamento. Con independencia de las razones que les han brindado ese privilegiado papel, Podemos estuvo presente ayer en el debate más relevante del año a través de cada guiño estratégico de corte preelectoral en las formaciones que pueden resultar en carambola a varias bandas, damnificadas por lo que vaticinan las encuestas.
Decía Monedero en una patética rueda de prensa en la que no explicó los informes que generaron sus pingües ingresos –ni siquiera convenció a los simpatizantes de su formación, como reflejaba la encuesta de este periódico– que al atacarle, el «régimen del 78» sigue mostrando su agotamiento. Toda una demostración de revisionismo sectario que no debe impedir sin embargo a ese «régimen del 78» que se dieron los españoles estar muy alerta frente a quienes ven en el debate de ayer el reflejo de un modelo en retroceso.
Había ayer en el Congreso un inevitable rictus motivado por la amenaza del no presente, por el temor a que un estatus de estabilidad dé paso a futuros debates bajo un mapa parlamentario que de entrada reflejaría una mayor debilidad institucional frente a órdagos como el soberanista catalán o sencillamente ante quienes desde el exterior temen depositar sus huevos en cestas políticamente convulsas. Aún estamos a tiempo.
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