Julián Redondo
Insuficiente
Transcurridos 1.085 días desde que Jorge Valdano le presentó como entrenador del Real Madrid, Mourinho ha dejado de serlo. ¿De inmediato? No. Le quedan los últimos estertores, un par de jornadas para sangrar, que las nubes de los halagos se han disipado. Ha llegado a un acuerdo con el club y cuando termine la temporada volará hacia territorios aún vírgenes, o casi, para instalarse en otro fútbol que, ajeno quizá a la llegada o el regreso del agitador, espabilará a la velocidad del rayo. Hasta que se vea inmerso en una tempestad diaria, entre rayos de opiniones encontradas y centellas de dardos envenenados, y entonces, sólo entonces, añorará la tranquilidad ese deporte viril, que no villano, y deducirá que, a pesar del espectáculo, en ocasiones bochornoso, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Con tres años de contrato por delante, Mourinho se va del Madrid porque ha embestido contra muletas rojas y pañuelos blancos. Cual Atila del siglo XXI, donde vertía sus venablos la serenidad desaparecía. Ha puesto de los nervios a mucha gente, y cachonda, a otra, que no es tanta; de ser ésta mayoría, no habría llegado a un acuerdo amistoso con el presidente para poner pies en polvorosa. Mourinho dejará de ser entrenador del Madrid cuando finalice la Liga porque, pese a su interés por ser único, la junta le ha calificado con un insuficiente. Le ha suspendido y no le deja presentarse a los exámenes de septiembre. Un curso sin Copa, sin Liga y sin «Champions» es un fracaso y no va a repetir. Por mucho que se considere «The Special One», no deja de ser un entrenador como tantos a quienes la exigencia del Madrid ha fulminado. Sí, «Mou», uno más.
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