Fútbol
Involución
Incitar a la sedición es delito y los cargos públicos que invitan al personal a incumplir las leyes no deberían sorprenderse si sus conciudadanos dejan de pagar las multas por exceso de velocidad, estacionar en doble fila o hacer un «sinpa» en bares, restaurantes o en la farmacia. Hay que predicar con el ejemplo, que es lo que hacen deportistas como Isidre Esteve, en constante superación; un piloto a quien no arredran los obstáculos físicos ni las calamidades de un rally como el Dakar ni amedrentan las trampas del desierto. Esteve evoluciona, pese a las dificultades que impone la silla de ruedas, y sus retos consisten en superar los límites del ser humano. Por contra, hay contemporáneos suyos que no han superado todavía la primera escena de aquella odisea en el espacio de Stanley Kubrick. Siguen escupiendo contra el viento y el hueso les va a partir la crisma. Pero preocupan. Son su propia mayoría y actúan conforme a la utopía que han idealizado. Sólo analizan lo que les conviene; manipulan, tergiversan, traicionan y sólo existe lo que les interesa.
Un ejemplo de involución es el partido de las selecciones autonómicas. Datos fidedignos y contrastados. En 2004, 75.000 espectadores acudieron al Camp Nou para ver el Cataluña-Brasil (B). Un año después, 65.320 en el Cataluña-Argentina. El encuentro fue una excusa para que los demócratas de la estelada aprovecharan el encuentro para quemar banderas españolas. En 2015, se organizó un Cataluña-Euskadi para mejorar la asistencia al campo, otra vez menguó: 51.000. A los amantes del fútbol, y sólo del fútbol, dejó de interesarles el espectáculo paralelo y fueron dándose de baja sin alzar la voz. En 2016 Cataluña ha recibido a Túnez en Montilivi (Gerona), 9.600 espectadores, más Xavi. No hay quien dé más, ni menos.
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