Restringido

Judíos escondidos en la Patagonia

Un lector manda una carta a un periódico en la que pregunta lo siguiente: «¿Por qué no se refunda el Estado de Israel en otra zona del mundo más tranquila?». Bastaría con elegir un lugar donde reine la paz –España, sin ir más lejos– y poner en marcha un progromo, o traslado forzoso de judíos desde su lugar de nacimiento, o desde donde echaron raíces, a otro siempre más hostil. Pero, con toda seguridad, a partir de la llegada de los nuevos pobladores empezarían los problemas y, me temo que por la argumentación de nuestro amable lector, él sería de los primeros en no evitarlos. Por lo tanto, intuyo que al referirse a otro lugar «más tranquilo» se está refiriendo a que existen vastos territorios prácticamente deshabitados y ocultos a la contemplación de la escrupulosa mirada de quienes detestan la guerra pero no sus beneficios. No es una idea nueva, incluso se han desarrollado tenebrosas ficciones. En 1904 los británicos propusieron que los judíos crearan su patria, ya que tan empeñados estaban, en una zona indeterminada de África que podría caer por la actual Uganda. A principios de los años 70 se divulgó el llamado «plan Andinia», consistente en crear otro Estado de Israel en la Patagonia argentina, una especie de segunda residencia austral. Sólo había que comprar la tierra. Este plan fue una farsa de los delirantes asesinos de la dictadura de Videla. El escritor israelí Amos Oz dice que el conflicto entre judíos israelíes y árabes palestinos se fundamenta en una cuestión: la propiedad de la tierra y que sólo desde esa perspectiva tiene solución. Mi amiga Margalit vive en Tel Aviv, donde se instaló su familia después de huir del progromo de Salónica, los que pudieron. Cree que puede existir un estado palestino, pero cuando por las mañanas oye en la radio a los ayatolás decir que los judíos serán de nuevo arrojados al mar hay algo en ella que se despierta y dice: de esta tierra no me echarán.