Alfonso Merlos

Justicia inexorable

Es la verdadera forma de aplicar la ley. La que no se deja vencer con ruegos o recursos, la inconmovible, la inevitable. Y es la que parece asomar con fuerza tras la decisión de la Fiscalía de entender que los presuntos actos delictivos del 9-N no pueden acotarse en un puñado de horas. Al revés: se trató de una coreografía extendida en el tiempo, con responsables perfectamente identificables, con el objetivo de subvertir el orden constitucional pisando las más elementales normas que regulan la convivencia entre españoles. Hay que saludar este paso. Porque significa esperanza y aliento para los ciudadanos que esperan que tan graves actos, perpetrados al calor del patético éxtasis independentista, no quedarán impunes. Y porque supone un golpe en la mesa de unas instituciones que nos señalan que jueces y fiscales hacen su trabajo, probablemente con excesiva lentitud, pero con la firme voluntad de poner a cada uno en su sitio: mantener la inocencia de quienes lo son y condenar a quienes vulneraron inviolables preceptos.

Seguramente la señal de que las cosas se están haciendo bien es que esta decisión de ampliar las pesquisas sobre aquel intolerable y tristón referéndum ilegal ha dejado mudas y paralizadas a las hordas separatistas. Han perdido todo su fuste y su fuelle los actos contestatarios, estrafalarios, felinos y siempre mal calculados con los que los prebostes del nacionalismo reaccionaban ante determinaciones razonadas como la que ahora conocemos. ¡Qué se le va a hacer! Pero no sólo eso. Quizá el cauce por el que avanza la investigación sea un premio tardío a Dolors Agenjo, la única directora de instituto que cumplió con la ley el día de autos y cuya figura emerge ahora, casi heroica, por encima del griterío y del motín.