Política
La bomba de Iglesias (2ª parte)
Pablo Iglesias pudo haber ejecutado un último movimiento que hubiese evitado la convocatoria de elecciones, podría haber anunciado en el despacho del Jefe del Estado el voto a favor y sin condiciones de Unidas Podemos a la investidura de Pedro Sánchez.
No lo hizo y la dirección del PSOE respiró aliviada por la convocatoria inminente de nuevas votaciones. Pero ¿por qué finalmente Iglesias no lo hizo si espera un desastre electoral el 10N para su formación?
El líder morado es peligroso, populista y radical, pero es inteligente, audaz y un buen estratega, por eso, siempre termina siendo el protagonista.
Fue el valedor de la moción de censura y el que más ha intentado que no se repitan las elecciones, no por su afecto al PSOE sino por su necesidad de supervivencia.
Ese voto podemista a favor hubiese dado lugar a un gobierno en minoría y sin apoyos, incapaz de sacar iniciativas en el Congreso y condenado a elecciones en poco más de un año.
Iglesias lo valoró, pero finalmente optó por el mal menor. Se esperan nuevas tensiones con el problema catalán, una de las mayores debilidades electorales de Podemos, consecuencia de la sentencia del “procés” y de la reacción de los independentistas. Además, si llega a producirse una nueva recesión económica, las consecuencias políticas para la izquierda, en su conjunto, serían dramáticas.
Tampoco hay que olvidar que una parte no despreciable del electorado morado es antisocialista y el proceso de negociación que se ha llevado a cabo ha polarizado posiciones y no entenderían un apoyo incondicional.
En definitiva, Pablo Iglesias ha debido pensar que mejor ahora que dentro de un año y medio y ha dejado que Sánchez convoque.
El PSOE no ha empezado bien la campaña, debería ajustar el mensaje con mayor precisión. Así, por ejemplo, en la primera entrevista concedida, el presidente entró en contradicción cuando dijo que Podemos no está en el gobierno porque no aceptó su propuesta y, acto seguido, afirmó que no dormiría tranquilo con los podemistas en el gobierno.
La táctica debe tener como objeto ganar el electorado de Rivera, a quien todo el mundo da por hundido, pero tiene muchos riesgos por el lado de la izquierda. Además, si no obtuviera mayoría absoluta, quizá termine nombrando ministros morados y a ver cómo dormiría después.
Finalmente, animar a Íñigo Errejón a presentarse no beneficia al Partido Socialista. Primero porque se nutriría de electorado socialista, no está claro que pesque en el caladero de Iglesias y un nuevo fraccionamiento podría perjudicar en diputados y, sobre todo, en senadores al PSOE.
En segundo lugar, porque entre las virtudes de Errejón no está la lealtad y su negociación con los socialistas sería por lo menos tan dura como la de Iglesias.
Por último, Errejón no es precisamente un valiente y nunca se expondría en un proyecto de riesgo y este lo es, otra cosa es ser número dos de Carmena, por ejemplo.
Pablo Iglesias ha debido entender que la bomba detona con elecciones, no sin ellas.
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