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La conquista de América
En la Historiografía, la Literatura, el Pensamiento filosófico, desde el primer instante del Descubrimiento del Nuevo Mundo y el hecho radical de los hallazgos de tierras y su conversión en reinos anexionados a la Corona de España, hay una interesante conexión entre culturas indígenas y el orden internacional, lo que hace complicado comprender cuáles eran los objetivos reales de España en la construcción del Nuevo Mundo. No fue posible encauzar el debate que, de modo inmediato, encendió la más ardiente polémica, en relación con la etapa que se conoció bajo el de nombre de Conquista. Exaltada hasta los máximos límites de lo heroico, por una parte; anatematizada con acusación criminal, por otra.
Es cierto que algunos cegados por la paralela y simultánea conquista espiritual no han querido apreciar sombras. Otros, por su parte –fray Bartolomé de Las Casas, en grado sumo–, sólo han querido ver las más oscuras sombras que rodean el comportamiento de algunos que, en la lejanía, a miles de kilómetros de distancia de la autoridad y en circunstancias de escasa seguridad, se excedieron en su comportamiento con dureza. El historiador y académico argentino Enrique de Gandía escribió un libro memorable sobre la «Historia de la Leyenda Negra Hispano-americana» (1944), en cuya dedicatoria de autor expresa un profundo sentimiento: «A la España inmortal, católica y hacedora, que ha sufrido –por ser lo uno y lo otro– los agravios de la envidia y las calumnias de los enemigos de su Fe».
Es importante la reflexión acerca de cuáles son los supuestos a los que debe enfocarse la lente crítica para comprender el lugar, las condiciones y los problemas esenciales que rodean el escenario histórico de la conquista de América. En esa perspectiva, marcada por el pensamiento de Zubiri respecto a la situación histórica: «El modo como el hombre está instalado en el tiempo en relación con su experiencia». La función del historiador trata, fundamentalmente, de conseguir extraer de la experiencia, originada en el tiempo, la conciencia, construida por el historiador, en su propio momento histórico, acerca del complejo mundo histórico, en todos sus aspectos, de los hombres que vivieron las estructuras históricas en el suyo.
La conquista no es una etapa peculiar de la historia de España en América. Los conquistadores no son hombres en una situación histórica específica. Fueron miembros de una sociedad castellana que durante ocho siglos tuvieron que defenderse en las «razias» musulmanas que atacaban sus aldeas, villas y ciudades, institucionalizadas en sus concejos, cuyas milicias concejiles constituían mesnadas reclutadas por miembros de la nobleza para constituir huestes y formar los ejércitos, bien para «cabalgadas» de castigo en territorio enemigo, o presentar batallas de índole cruzado, cuando se terciaban grandes invasiones, como ocurrió en 1212 frente a los almohades en la gran batalla de las Navas de Tolosa. En 1492, cuando se inicia la expansión oceánica que dio como resultado el Descubrimiento de América, ocurre algo trascendental: la creación del primer Estado moderno, obra de los Reyes Católicos. Su organización lleva implícita la unidad de España, la configuración de una sociedad política en el triple nivel de poder, autoritarismo institucional, opinión pública en amplia dimensión social y participación activa en la política exterior, que comienza con la creación de los reinos americanos, en dos etapas geohistóricas: la insular antillana y de las costas del Caribe, con centro en La Española.
Las primeras gobernaciones americanas tienen potestad para contratar huestes expedicionarias para «rescatar» (comerciar) y, en algunos casos –aunque con anuencia de las instituciones del Estado monárquico– para «poblar».
La conquista se yuxtapone con el Descubrimiento, tiene como escenario la inmensidad del Continente y muy variados protagonistas, que alcanzaron relevancia en razón a sus méritos personales, sus capacidades intelectuales, su formación, su intención de ascenso social y búsqueda de la suerte, que en la época se denominaba «fortuna». Hay en América dos grandes conquistas: México y Perú. La de México tuvo como capitán a Hernán Cortés, se efectuó entre 1519/1522, contra el Estado nahua-mexica o azteca en el territorio Anahuac. De la exploración del resto surgió el Virreinato de Nueva España; Antonio de Mendoza fue su primer Virrey. La conquista del Perú, desde Panamá la llevó a cabo un veterano de América llamado Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Tuvo efecto entre 1525/1533, contra el Estado inca del Tahuantinsuyu; pero no hubo entendimiento, lo cual produjo un choque violento entre pizarristas y almagristas, seguido de las «guerras civiles», que exigió el envío de un funcionario, Blasco Núñez Vela, creador del Virreinato en 1542.
Tanto México como Perú son altas culturas, con un núcleo estatal, de fundamento militarista. Las huestes españolas representan al Estado monárquico español, con quien han capitulado y recibido instrucciones. Por consiguiente, se presentan como miembros nacionales de su Estado. En ambos casos se produce resistencia y ello conduce a la guerra.
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