Toni Bolaño
La «dolce vita»
Olesa es una ciudad industrial situada a 40 kilómetros de Barcelona, a los pies de la montaña que da cobijo a la «Moreneta» y a 20 kilómetros del monasterio de Montserrat. A lo largo de la historia, la ciudad fue conocida por su industria textil y por el cultivo del olivo, en su variedad palomar, pero, sobre todo, Olesa de Montserrat es conocida por las representaciones de la Passió durante la Semana Santa. Es un buen sitio para iniciar rutas de senderismo, respirar aire puro, ver las estrellas desde las escarpadas rocas de la montaña pelada o imaginarse al «timbaler del Bruc» aporreando su tambor para poner en fuga a los franceses en la Guerra de la Independencia.
Su paisaje es idílico y enamora. Como está bien comunicada, se sitúa a tiro de piedra de cualquier sitio. Llegar a Olesa es, simplemente, un suspiro. Eso debió de pensar Jordi Pujol Ferrusola cuando buscó un lugar adecuado para poner a resguardo sus «joyas de la corona». Eligió Olesa, uno de sus polígonos industriales, para mantener fuera de los ojos curiosos a su flotilla de utilitarios.
No son unos coches cualquiera. Tienen «glamour». No se encuentran ni en los mercados de segunda mano y no son coches de ocasión, aunque todos tienen sus años. El Lamborghini Miura se dejó de fabricar en 1971, y sólo se hicieron 140 unidades. El último Ferrari F-40 vio la luz en 1992. Se fabricaron únicamente 1.315 unidades y su precio era un 50% más caro que el del conocido Testarossa. El más moderno de la colección –encontrado– es un Mercedes SLR Mclaren. Un superdeportivo, como reza el catálogo de la fábrica alemana, del que sólo se hicieron 1.700 unidades hasta que en 1992 finalizó su producción.
En esa época, seguramente, el hijo del presidente Pujol no había empezado su especial colección de antigüedades. Estaría más entusiasmado agitando pancartas del «Catalonia is not Spain» que intentaron quitar brillo a las Olimpiadas de Barcelona. Hoy, 20 años después, da brillo a su flotilla y –con seguridad– agita orgulloso la estelada. Dice la propaganda nacionalista que con una Cataluña independiente viviremos mejor. A algunos no les hace falta, ya viven su «dolce vita» a la sombra de la familia. Perdón, de Olesa.
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