
Martín Prieto
La factura del Ébola

A finales del 2007 el Gobierno del Chad «secuestró» un «chárter» español fletado por una ONG francesa para una dudosa recogida de niños chadianos. Mientras Rodríguez Zapatero inspeccionaba las nubes, el presidente francés Sarkozy tomó su avión de respeto volando a la antigua colonia y deshaciendo el ovillo personalmente con su colega. En vez de regresar por la ruta más corta ,Yamena-París, se desvió hasta Torrejón de Ardoz para entregar personalmente a un embarazado ZP los tres pilotos y cuatro azafatas españolas. Todavía estamos esperando que nos pase la factura, la política, la diplomática y la económica. Amigo de España, no fue casual que el Rey Juan Carlos le distinguiera con el Toisón. Particularmente Estados Unidos, Francia y Reino Unido tienen prohibido como delito el pago de rescates, pero en España hemos cedido secreta y humanitariamente a varias extorsiones para poder repatriar a sinceros cooperantes y turistas solidarios en manos de fundamentalistas, desde Mauritania a la frontera etíope. Las facturas, como debe ser, las ha pagado el Estado: todos los españoles que pagamos impuestos. Siquiera sugerir que la factura del padre Miguel se le puede pasar a su orden es algo parecido a la profunda meditación sobre la inmortalidad del alma del cangrejo. ¿Y por qué no pasarle el albarán a la Conferencia Episcopal o al propio Vaticano?. Entre los laicistas, a quienes no basta la aconfesionalidad, quedan tragacuras que no ven un ser humano bajo las vestimentas de un misionero y tratan este episodio como el pago de una ronda en la barra de un bar. Trabucaires comunistas se alivian en las redes sociales sosteniendo que el padre Miguel ha sido repatriado por religioso, ya que de ser laico le hubiéramos abandonado bajo una palmera. El sueño de la razón produce los monstruos de los grabados de Goya. El ébola no tiene tratamiento. La gilipollez, tampoco.
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