Sevilla
La historia y el dolor de pies
Ahí nos tienes a los dos pipiolos, querido Fidel, subiendo por la calle Calatrava hacia La Alameda, que a nuestras dieciocho primaveras temíamos como si fuese el sanctasanctórum de todos los vicios mundanos; y puede que hasta lo fuera. Era tarde, de madrugada, la hora de vuelta en los días señalaítos... pero es que ese 20 de abril de hace justo un cuarto de siglo (dos años después del «20 de abril del 90» de la canción de Celtas Cortos. ¿Por qué no viniste a ese concierto en la Plaza Sony?) se inauguraban la Expo‘92 y también nuestra, qué tontería, edad adulta. Eras un crío, coño, y ya te adornaba el don del sarcasmo: «Hemos vivido un momento histórico», empezaste a decir grandilocuente a la altura del multicine, «y yo nada más que voy a recordar de este momento lo que me duelen los pies». La gente de nuestra generación se queja con frecuencia de lo que se ha deteriorado todo, amigo, pero a mí me da la impresión de que el gran deterioro lo hemos sufrido nosotros: veinticinco años hacen mella en los cuerpos y en las mentes. Te lo digo sin pena, ¿eh? Ayer mismo, anunció su retirada Titi Dusotoir, una leyenda del rugby, y dejó un magnífico epitafio: «Me he reído mucho». Nosotros, mal que bien, seguimos echando nuestras carcajadas. España, desde entonces, ha sufrido otras tres o cuatro crisis, con sus correspondientes repuntes, que la siguen dejando donde lleva dos siglos. Andalucía no será la California de Europa ni la Baviera del Sur, ni tampoco la próxima gilipollez que se les ocurra a los que siguen mandando (la Corea de Occidente, qué sé yo...): seguiremos siendo un puto balneario en vías de desarrollo. Quiero decirte, admirado califa del periodismo cordobés, que lo que ha transcurrido desde ese día en el que nos lo pasamos tan requetebién hasta hoy es la vida. Ni más ni menos.
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