América

César Vidal

La hora de Argentina

La Razón
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Históricamente, Hispanoamérica ha sido un subcontinente donde, desde la Emancipación, se ha hecho sentir la especial relevancia de alguna de sus repúblicas. Ya en el siglo XX, esa circunstancia, convertida en objetivo, ha sido perseguida, de manera pertinaz por la dictadura castrista que, durante más de medio siglo, ha ensangrentado el devenir histórico hispano y que ha recibido un nuevo impulso con el chavismo. Igualmente, esta famélica ideología, capaz de arruinar a una nación sumamente rica como Venezuela, ha pretendido intervenir en los destinos incluso de naciones situadas fuera de su ámbito territorial como es el caso de España. No siempre ese deseo de preeminencia ha sido tan agresivo. Perú y Colombia, México y, más recientemente, Brasil han intentado ejercer esa función en distintas ocasiones sin recurrir, por ejemplo, a financiar a partidos de un país extranjero. A día de hoy, cuando se examina esa parte del mundo unida por el español, cuesta no ver que ha llegado la hora de Argentina. De entrada, el resto de las naciones de la zona se han ido colocando fuera de tan atractiva posibilidad. Por citar dos ejemplos significativos, Brasil se enfrenta con una crisis institucional de no poca relevancia y Venezuela es un desastre sin paliativos cuyo desplome no parece haber tocado fondo. Con todo, la oportunidad de Argentina no reside tanto en la eliminación de sus posibles rivales continentales como en su propia situación. Tras la más que deplorable etapa del kirchnerismo, el nuevo Gobierno argentino está dando muestras de una firme resolución para enfrentarse con problemas como la deuda pública –resuelto de una manera que provoca envidia– el exceso de personal en el aparato del estado –abordado, por ejemplo, mediante el despido de los denominados familiarmente gnocchis– o la reducción de la presión fiscal. A lo anterior, el Gobierno Macri ha ido sumando la supresión de gastos estatales –como los subsidios, fruto del populismo– un regreso creciente a las importaciones y la apertura a inversiones extranjeras. Se podrá objetar que la política de comunicación de Macri no es la más adecuada o anunciar que, tarde o temprano, el populismo le volverá a saltar a la calle como sucedió el pasado 30 de abril. Ambas consideraciones son más que válidas. Sin embargo, salta a la vista que ha llegado la hora de Argentina y que ésta incluso puede verse más realzada de alcanzar la Casa Blanca alguien como Donald Trump. Cuestión aparte es si, a diferencia de otras ocasiones, Argentina aprovechará su hora.