Julián Redondo

La jugada y el gol

La siesta se prolongó una horita más de lo previsto. Durante la primera parte se supo que había partido cuando Murillo pateó los cataplines a Gareth Bale y cuando, en el minuto añadido, Cristiano Ronaldo ensayó una chilena para que Roberto, el mejor del Granada, demostrara que él no estaba dormido. El meta regaló una dosis de reflejos concentrada en una magnífica parada. De no ser por esa intervención los porteros podían haberse quedado en la caseta... En el primer tiempo. En el segundo Roberto fue el mejor entre los suyos y Diego López, un espectador más. Ya no le golean; tampoco le tiran. Los zagueros del Madrid defienden mejor porque Carlo Ancelotti ya ha dado con la tecla del equilibrio: Alonso+Modric (fundamental en el entramado tanto defensivo como ofensivo)+Di María. Por cierto, el del acomodo recibió algún silbido aislado y al ser sustituido por Illarramendi escuchó aplausos. Ancelotti hizo uso de la diplomacia del barrio, embalsamó el problema y ganó para la causa a un futbolista con algo más que un reto entre las piernas.

En los prolegómenos del encuentro Ronaldo ofreció el Balón de Oro a la afición del Real Madrid; después hizo algo más, marcó el gol y desbrozó la senda del triunfo. Los «granaínos» protestaron porque Fatau se estaba revolcando cuando se produjo. Cierto, pero también estaba tendido cuando al instante de hacerle falta Alonso sacó Iturra sin esperar a que se incorporara. Tampoco se demoró Modric al lanzar el contragolpe, pasó a Cristiano y éste fabricó el primero. El segundo, regalo de Marcelo a Benzema.

Y el Madrid líder hasta que Barcelona o Atlético digan hoy lo contrario. Del Granada se podría decir que fue un equipo tan digno como incompetente: ni un disparo a puerta.