Elecciones generales
La madre de todos los debates
Margallo y Junqueras llegaron a la antigua sede de la empresa Corberó, una joya de la otrora industria metalúrgica catalana, en Sant Joan Despí, hoy sede de la televisión del Grupo Godó, cuyo buque insignia es «La Vanguardia». Acompañados por su guardia pretoriana, Margallo con camisa blanca, chaqueta azul y una flamante corbata roja y Junqueras sin corbata, camisa blanca y chaqueta gris, fueron puntuales a la cita con la madre de todos los debates de la campaña catalana. Solos ante el peligro, afrontaron un «cara a cara» sabiendo que tendría consecuencias por la expectación y el momento, y sin condiciones previas. Todo ello patrocinado por CaixaBank. El «cara a cara» se convirtió en «cuerpo a cuerpo» con revolcones por el fango. Los reproches acabaron en un diálogo de sordos plagado de citas a declaraciones y a sesudos artículos de la legislación española, europea, y si me apuran, mundial. A estas alturas, estaba acumulando volúmenes del Aranzadi para intentar no perder ripio de la tertulia. Tanto García -Margallo como Junqueras estuvieron bien porque contentaron a sus respetivos públicos. En mi casa así fue. Nadie cambió de bando. Josep Cuní, el moderador, sobresaliente. Se mantuvo al margen. Dejó hablar y sólo intervino para deshacer los bucles y encauzar el debate. Margalló lució su conocimiento de la materia europea. Entró al trapo y se zafó de las cintas verbales del líder de ERC. Junqueras demostró que sabe interpretar en televisión. Se desenvolvió bien convirtiendo sus intervenciones en pequeños mítines. El debate acabó en tablas. Los dos ganaron. Los dos contentaron a los suyos. Margallo y Junqueras demostraron que un debate político sin corsés es posible. Estuvieron a la altura y fue interesante. No debería ser el último.
✕
Accede a tu cuenta para comentar