Julián Cabrera
La pinza que viene
Que nadie se engañe, la amenaza que supone para el sistema y la propia integridad del Estado el ascenso de Podemos, no es sólo su anclaje en la ortodoxia comunista, alimentada en este caso desde la cátedra más que desde el obrerismo. Tampoco su sesgo populista al albur de la crisis económica e institucional. La amenaza real que antes que nadie han sabido ver quienes desde fuera ponen sus huevos en la cesta española, es la grave situación de inestabilidad política que acarrearía un futuro Parlamento fracturado tras los comicios generales. Ese Parlamento tendría que vérselas en condiciones de franca debilidad con unos dirigentes independentistas catalanes que pasado su «9-N» no parecen precisamente dispuestos a aflojar la presión.
No es fácil evitar el escalofrío viendo que JP Morgan, el mayor banco norteamericano por activos, pasa en tan sólo semanas de señalar a España como «alumno aventajado» en la recuperación económica, a añadir un «sin embargo» frente a la idoneidad de adquirir nuestra deuda ante el «previsible aumento de la incertidumbre política regional y central», frase textual de su informe más reciente.
Pero volvamos a fijar el problema. Las suspicacias de otros grandes referentes financieros como Merrill Lynch o Fitch no apuntan específicamente a Podemos y su programa imposible de cumplir sin quebrar al Estado, sino a esa inestabilidad derivada de la confluencia con el problema catalán en un escenario donde ya no prevaleciera el bipartidismo.
La «pinza» que puede surgir tras las próximas generales puede tener como palancas a las huestes de Pablo Iglesias si consiguen fracturar el nuevo mapa parlamentario y al secesionismo catalán. Esa «pinza» o si prefieren «tormenta perfecta» no es, como otras del pasado una amenaza para el gobierno de turno, sino para la propia integridad del Estado.
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