Alfonso Ussía

La pregunta

Si el Gobierno de la Generalidad defiende de verdad a los catalanes desamparados y desprotegidos, no puede abandonar a doña María Pujol. En todas las familias sucede. Que unos se llevan todo y otros se quedan con apenas nada en cuestiones de herencia. Es un problema de buena educación. Pero en el caso de doña María Pujol el problema no sólo ha sido la educación. La mala educación de su hermano no informándole de la herencia de su padre, la mala educación de su cuñada, Marta Ferrusola, que engatusó a su suegro para ser la heredera, y la mala educación de los allegados de su hermano, que no le dijeron nada de la dichosa herencia. Así que Pujol, después de leer su medido comunicado inculpatorio, acudió a pedir perdón a su hermana y ésta le pregunto a la cara. ¿De qué herencia hablas, Jordi? El problema es que la pregunta se las trae, porque la traída y llevada herencia es muy probable que sea el desajuste moral más liviano de los que Pujol ha sido protagonista. Una cosa está clara. La mitad de esa presumible herencia, con los intereses devengados durante los últimos 34 años, le corresponde a doña María. Y antes de que la Banca Andorrana, la Mora o la cristiana, trasladen la inmensa fortuna de los Pujol a otros paraísos fiscales, doña María se merece un chequecito compensatorio por razones de justicia.

Me dejé llevar por informaciones de última hora y es posible mi error. Escribí que la UDEF calculaba en tres mil millones de euros la fortuna de los Pujol depositada en el exterior. Los últimos datos, más sosegados, se limitan a establecer su valor en mil ochocientos millones de euros. No obstante, sigo creyendo que la primera cifra podría acercarse más a la realidad. Las comisiones y mordidas del 3% durante 34 años, así a lo tonto, pueden acumularse en una fortuna incomensurable. Con tantos hijos trabajando para el futuro de la familia con el dinero de los catalanes, mil ochocientos millones se me antojan pocos. Pero piano, piano, como la bellota de la coscoja. Todo terminará informado, maduro y en el suelo.

Y vendrán los jabalíes.

Lo de Pujol con su hermana no tiene nombre. Pero tampoco es admisible la ingenuidad de doña María. Que su hermano Jordi se enriquecía a medida que renovaba la confianza mayoritaria de los votantes de Cataluña, lo sospechaba o intuía la mayoría de los ciudadanos españoles. Porque habían perdido el recato y la discreción. Jordi Pujol Ferrusola y alguno de sus trescientos hermanos se movían por Madrid con un donaire y un empaque que ni el «Cipri» de los chotis de Olga Ramos. «Ay, Cipriano, Cipriano, Cipriano, no bajes más la mano, que eso es ''exagerao''»-. Doña María Pujol no trataba con frecuencia a su poderoso hermano, pero tenía que saber algo. Y sobre todo, mientras las pasaba canutas como cualquier persona de la clase media, aprovechando una cena de Nochebuena o una boda de sus sobrinos, podría haberle preguntado: -Jordi, ¿papá dejó algo para nosotros?-. Porque un hombre como don Florencio -Florenci-, que no paró de trabajar en su vida, algo tendría que haberlos dejado. Y lo dejó, pero Pujol ni mú. La respuesta era azarosa. -Pues sí, María, papá nos dejó bastante, pero a mí y a mi mujer, y si no te gusta, baila una sardana-.

Ha manifestado el gran exiliado catalán en la Meseta, Albert Boadella, que los Pujol en Sicilia habrían sido los amos. Acierta y yerra simultáneamente. Efectivamente lo habrían sido, pero sin necesitar Sicilia. Con Cataluña les bastaba para imponer su fuerza y su ley. En la segunda entrega de la «Escopeta Nacional», el marqués de Leguineche, Luis Escobar, obliga a su hijo, José Luis López Vázquez, a evadir su capital en la peregrinación a Lourdes. Lo presenta como enfermo, lo escayola, y bajo la escayola le mete y acopla millones y millones de pesetas. Los Pujol no han necesitado tanto talento y escayola para llevarse el dinero fuera de España. Les ha bastado con la Señera, y posteriormente, con la Señera modelo cubano. Se han enrollado en ellas y con ellas han hecho su fortuna.

Les aguardan malos tiempos y oscuros porvenires a los miembros de la familia Pujol. Cada día aparecen más datos y peores noticias. Se constituyeron en banda, nadie opuso resistencia y creyeron de verdad y con la mejor intención, que ellos eran Cataluña.

¿De qué herencia hablas, Jordi? Y eso es lo malo. La herencia es cuesco de colibrí, suspiro de gorrión comparado con lo que viene.