Restringido
La prueba andaluza
No es que Susana Díaz temiera que los de IU la dejaran en verano compuesta y sin novio. Hace tiempo que estaba deseando romper ella y quitárselos de encima. Y más desde que ha aparecido el apolíneo Alberto Garzón, amigo del de la coleta, con su pico de oro al frente de las huestes, dispuesto a jugársela. Ése ha sido el pretexto para adelantar las elecciones y nada más. Tampoco estoy seguro de que la razón decisiva del adelanto, como barruntan en el PP, haya sido la de preparar el terreno, si le sale bien la jugada, para desplazar a Pedro Sánchez del próximo cartel electoral caso de que el PSOE, como apuntan las encuestas, se pegue el batacazo en las elecciones locales y autonómicas de mayo. Mucho menos se me antoja razón de peso el feliz desenlace del embarazo, éste a plazo fijo, con la imprescindible pausa política personal. Eso a lo sumo ha podido ser un aliciente psicológico para poner antes la casa en orden, un simple efecto de la agitación hormonal. La razón principal del adelanto es táctica y de cajón. Los idus de marzo le son aún favorables. Eso dicen las encuestas y el vuelo de las aves. Andalucía es la única región de España en la que el PSOE resiste, a pesar del paro desbocado y de la corrupción. Casi roza la mayoría. Pero en el horizonte aparecen nubes de tormenta que, de aquí a unos meses, amenazan con destrozar, también en el sur, las expectativas favorables del partido del puño y la rosa. Vienen tiempos de cambio en forma de «tsunami». Así que lo mejor es aprovechar la ocasión y los días de bonanza. Ésos me parece que han sido los cálculos de Susana. Quiere aprovecharse de la falta de organización bien engrasada de los de Podemos en Andalucía, que son su principal amenaza, y del bajo perfil del nuevo líder del Partido Popular, Juan Manuel Moreno (que ayer mismo presentó y procuró impulsar en Madrid el presidente Rajoy). A la hora de echar cuentas, no se le ocultó tampoco que una reafirmación en mayo del poder popular en los grandes ayuntamientos andaluces rebajaría notablemente, si aguantaba precariamente sin adelantar las elecciones, sus actuales expectativas. Por el contrario, si se confirman los buenos augurios de ahora mismo, su éxito en marzo favorecería el asalto socialista al poder municipal andaluz en mayo, que una cosa lleva a la otra. Saltando estratégicamente al tablero nacional, del que, con toda seguridad, no se desentiende Susana Díaz, la prevista mejora del empleo y, en general, de la situación económica este año en España, ayudaría al Partido Popular, que ya ganó las últimas elecciones andaluzas, a recuperar una parte del terreno perdido, y más si los escándalos de corrupción relacionados con la Junta y sus antiguos dirigentes estallan en los tribunales. Por el contrario, un éxito electoral de los socialistas andaluces en marzo ayudaría a levantar la moral del PSOE de cara a las elecciones generales del otoño. Sería como echar aceite a un candil mortecino. Y frenaría en seco a Podemos. Así que el adelanto parece bien meditado. Juega en su campo y la prueba de Andalucía se convierte en un ensayo general.
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