Iñaki Zaragüeta

La traición a la sociedad

La Razón
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A veces me pregunto en qué pensaba Nietzsche cuando en su gran obra al llegar Zaratustra a la primera ciudad «situada al borde de los bosques», incluyó en su alocución «en otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes». ¿Por qué elegiría esa frase para pasar a la posteridad cuando debía saber que, por más que matase a Dios, el delito y sus protagonistas perdurarían hasta el final de los siglos? ¿desconocía que el delito sobreviviría a su «superhombre»? De saberlo, quizá mantendría vivo a Dios. Lo cierto es que su pretendido como rey del Universo ha sido un fiasco, por no decir un timo.

Hago esta reflexión, no por los innumerables delincuentes que han protagonizado gran parte de la Historia después del pensador alemán, sino al ir conociendo las actividades delictivas, presuntamente «of course», de los dirigentes de Ausbanc y Manos Limpias, bajo una imagen de defensa de la moralidad que ha resultado más falaz que ese nietzschiano «suprahombre», como también le denominan algunos de sus estudiosos.

Luis Pineda (Ausbanc) y unos cuantos compinches eran capaces, al parecer, de organizar campañas de publicidad a favor o en contra según se pasara o no por taquilla, la suya, sin detenerse en ninguna línea moral, provocan rabia y a la vez tristeza.

¡Qué decir del sindicato Manos Limpias! Las imputaciones de extorsión, la decepción alcanzan cotas casi inverosímiles. Por más dudas que despertaran determinados comportamientos de sus cabezas, su secretario general Miguel Bernad entre ellas, han hecho un flaco favor a quienes les creyeron y apoyaron su batalla contra la corrupción. Se fundamentaban presuntamente en el delito. Así es la vida.