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La ventaja de Rivera

La Razón
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Unas horas pueden dar más sobresaltos que años enteros. La carambola agridulce catalana ha creado las condiciones para un acelerón de Pedro Sánchez. El secretario general del PSOE ha sabido aprovechar el balón de oxígeno que le han otorgado sus hermanos del PSC para estrenar en la misma noche del 27-S su cuenta atrás a las generales. Lo hizo enfundándose el traje de presidenciable y enarbolando su receta para solucionar cualquier problema de España: diálogo, acuerdo y cambios en la Constitución.

Si Mariano Rajoy pensó que mantendría al ralentí a su tradicional adversario mientras sufría las dentelladas de Podemos, se ha equivocado. Los de Pablo Iglesias, ante quien el PSOE logra aguantar, se han quedado como una fuerza que solamente araña los votos de la izquierda radical de siempre. Ya se sabe que a los adversarios si les das el menor respiro te los encuentras más tarde creándote problemas. Y el PP se ha dedicado tanto a pelear contra Ciudadanos y Podemos, olvidando a un PSOE que se renovaba, al que casi había dado por muerto electoralmente, que ahora lo tiene, tras los resultados de Susana Díaz en Andalucía, el balón de oxígeno a base de recuperar poder en las elecciones autonómicas y municipales y, muy especialmente, tras este 27 de septiembre catalán, pisándole seriamente los talones.

El presidente del Gobierno ha conseguido un crecimiento de la economía española por encima del 3%, pero es evidente que este éxito no ha calado entre muchos ciudadanos. Como tampoco lo han hecho los pasos adelante frente al independentismo. En La Moncloa pueden creer que el incierto panorama para la gobernabilidad en Cataluña puede acabar ofreciendo a los populares una rentabilidad electoral en el resto de España. Algunos están ya en esos cálculos. De momento, el hundimiento del PPC ha destapado de nuevo la herida que supura de Aznar. Las aguas internas corren agitadas y la tarea prioritaria de Rajoy pasa por superar fracturas pero, además, por volver a ilusionar a sus votantes. Porque la política tiene factores emocionales imposibles de ignorar y el Gobierno, con su presidente al frente, por su lejanía con los ciudadanos en las horas más complicadas de la crisis, resulta antipático a gran parte de sus propios votantes.

Sin duda, quien más reforzado ha salido de estas elecciones catalanas es Albert Rivera. Los «naranjitos» han roto además un tópico, por años esgrimido por el PP, por el cual en Cataluña el centro derecha, si se posicionaba con un mensaje claro español, dejaba de ser decisivo en el tablero político. Ciudadanos ha sabido definir un mensaje equilibrado, sin complejos, que ha creado ilusión en el votante harto de que los partidos tradicionales «constitucionalistas» se hayan dado la mano con el «nacionalismo moderado» por meros cálculos partidistas mientras desde la Generalitat se regaba descaradamente el jardín de las diferencias con España.

Tampoco es menor el mensaje potente que envía al resto del país el regeneracionismo político de Rivera. C’s, en buena medida, le está haciendo al PP la renovación por la base que Mariano Rajoy posterga con su conformista cúpula. La percepción de falta de reacción de buena parte de los mandatarios populares ante los escándalos de corrupción que afectan a su formación, y la toma de decisiones desde los despachos de Génova 13, escamoteando la participación de los afiliados, son un pasillo muy ancho entre el PP y Ciudadanos.