Pilar Ferrer

Larga cambiada

Sin variar su discurso económico, Mariano Rajoy maneja los tiempos para las grandes citas políticas que se avecinan: la Convención Nacional del PP, y las elecciones europeas, municipales y autonómicas. Serán estas las únicas que determinen posibles cambios en el Gobierno, a tenor de la confección de las listas. Sobre todo los comicios locales, dado que algunos actuales presidentes autonómicos, tales como el murciano Ramón Luis Valcárcel, el riojano Pedro Sanz o el castellanoleonés Juan Vicente Herrera, han hecho llegar ya al presidente su deseo de no repetir como candidatos en sus territorios.

La Convención es punto de partida para el nuevo escenario. Una plataforma de lanzamiento de programa, por encima de nombres que, dado el carácter de Rajoy, puede ya tenerlos en mente, pero nadie los conoce. Tras esta cumbre del partido, el mes de febrero será clave para desvelar el cabeza de lista e integrantes al Parlamento Europeo. Su designación enlazaría con los comicios regionales, donde Andalucía se perfila como prioritaria. En Génova son conscientes de su importancia, una vez entronizada Susana Díaz como nueva presidenta de la Junta andaluza, frente al vacío dejado por Javier Arenas. El baile de aspirantes es amplio, entre un Miguel Arias Cañete, que no oculta sus preferencias por Europa, y una terna en la que este verano ha aflorado con fuerza Carlos Rojas, alcalde de Motril y portavoz en el Parlamento andaluz. Un valor joven y en alza, según fuentes del partido.

De momento, la secretaria general, María Dolores de Cospedal, tiene el encargo de sopesar candidatos y alternativas. Empezando por ella, como presidenta de Castilla La-Mancha. En Madrid, Ignacio González se erige con fuerza tras su excelente gestión, con la incógnita del Ayuntamiento. La Comunidad Valenciana, tras el proceso judicial contra Rita Barberá, es otro hervidero en uno de los grandes feudos electorales del PP. En todo caso, la última palabra la tendrá Rajoy. Que en estos asuntos, actúa como en la lidia taurina: Con una larga cambiada. Es decir, sortear el capote, templar y, después, rematar la faena. Solo en la plaza, la decisión final es suya.