José María Marco
Las condiciones del crecimiento
Hoy anunciará el Gobierno un nuevo programa de medidas destinadas a favorecer el crecimiento y ajustar el gasto de las administraciones públicas a la realidad española. Como el ministro de Economía anunció esta semana un mejor equilibrio entre la reducción del déficit y el crecimiento económico, han echado las campanas al vuelo quienes aspiran a que el Gobierno gaste más, en la convicción de que es la forma de propiciar la reactivación de nuestra economía. Puede ser, pero el hecho es que el gasto público alcanzó en España el 47 por ciento del PIB en 2012. El déficit (descontando las ayudas a la banca) es del 6,9% y la deuda, cuyo crecimiento casi diario se celebra como un gran éxito, alcanzó en febrero el 86,9 % del PIB.
Cuando se preconiza un mayor gasto, como hace toda la oposición, convendría explicar de dónde se va a sacar el dinero. Resulta imposible seguir apretando el cinturón a los contribuyentes, a menos que se quiera hundir definitivamente la actividad económica. Tampoco parece que la deuda, ni siquiera una supuesta deuda emitida por «Europa» que volvería a recaer en los bolsillos de los contribuyentes, pueda resolverlo. Si hemos salido de una burbuja, eso sería como volver a entrar en otra que acabaría estallando en el momento en que España dejara de tener crédito, como estuvo a punto de ocurrir el año pasado.
La solución no está por tanto en pedir prestado para gastar lo que no tenemos. La solución está en seguir ajustando en la medida de lo políticamente posible, en explicar por qué hay que hacer estos ajustes y en liberar una economía paralizada por las regulaciones y exhausta por la carga del sector público (también a los Austrias les gustaba gastar y convirtieron a Castilla, una de las zonas más ricas de Europa, en un desierto). Hacer las cosas más fáciles, simplificar, acabar con las duplicidades, devolver a la sociedad lo que le pertenece son las condiciones mismas de la prosperidad. El actual Gobierno ha realizado profundas reformas en muy poco tiempo y sin la menor posibilidad de llegar a un consenso como aquel en el que se llegó en su momento en los países con tradiciones socialdemócratas, como Alemania o Suecia. Se ha pedido el esfuerzo directamente a la sociedad, sin intermediarios políticos, porque éstos están más pendientes de sus intereses que del bien público. Los españoles han respondido. El enorme esfuerzo realizado no se debe echar a perder ahora con demagogias y populismos.
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