Alfonso Ussía
Las momias
De los cuatro tiranos disecados, sólo he visto a Lenin. Me entero ahora, ya es tarde, de que los taxidermistas de seres presumiblemente pertenecientes a la humanidad se denominan tanatopractas. Un venado o una cebra se llevan al taxidermista, y un dictador al tanatopracta. Se diferencian los tanatopractas de los taxidermistas en que los primeros carecen de imaginación. Todos sus bichos disecados conforman figuras yacentes sin expresividad alguna, en tanto que los taxidermistas intentan en ocasiones mantener el aspecto de fiereza que tuvo en su día el animal disecado. El oso incorporado que ataca con las garras dispuestas al zarpazo definitivo o el león que muestra sus colmillos con una expresión de deseo de mutilación no apta para personas con problemas vasculares. El Museo de Ciencias Naturales de Madrid, gracias al magisterio de la dinastía Benedito, cuenta con los conjuntos de animales disecados más logrados del mundo. De haberle encargado al primer Benedito, don Luis, el fundador de la saga, hermano de don Manuel, el gran pintor y de don Rafael, el estupendo músico, la momificación de Lenin, éste estaría en una urna leyendo el «Capital», con su gorrilla bolchevique y la mar de contento. Idea que elevo al Presidente «okupa» de Venezuela, Nicolás Maduro. Los descendientes de Benedito siguen trabajando en la taxidermia, y está Juan Béjar, otro gran taxidermista, que harían con Chávez una interpretación mucho más lograda, disecándolo con el chándal bolivariano en ademán de principiar un discurso, por ejemplo. Pero parece ser que le van a encomendar la momia a un tanatopracta, y la momia de Chávez tendrá carácter yacente, como las de sus predecesores Lenin, Mao, Kim Il Sung y el filipino Marcos. Unas momias carentes de todo interés artístico.
El tirano en vida desea abrumadoramente seguir mandando después de su muerte. Impone su presencia para recordar que ahí sigue y no piensa cambiar de actitud. A Lenin le cambian de traje y corbata en los cambios de estación. En primavera y verano, telas más livianas. En otoño e invierno, franela rusa, que es muy gorda y pica una barbaridad, detalle que puede ser pasado por alto sin problemas conocidas las circunstancias. Y cada dos años, es sumergido en un baño conservante y sale del baño como si hubiera pasado con el Imserso soviético una semana en Benidorm. Mao, es de los cuatro momificados, el único que ha sido intervenido quirúrgicamente después de muerto. La momia salió mal, se le hincharon los papos y los chinos le practicaron una cirugía estética que quedó de cine mudo. El coreano Kim Il Sung, el abuelo del gordito actual, es el que más caro sale. Costó un millón y medio de euros disecarlo y para mantenerlo en perfecto estado, la dictadura comunista norcoreana desembolsa al año otros setecientos mil en concepto de conversación de momia. Y Marcos, el filipino, fue momificado por un tanatopracta muy conocido, Frank Malabed, que ha momificado a más de un millonario de Texas y que se ha ofrecido al Gobierno «okupa» de Venezuela para disecar a Chávez a un módico precio. Pero sin interpretación artística. Es decir, tumbado de decúbito supino, ojos cerrados y con el chándal. Sin mérito escultórico. Sin la imaginación del buen taxidermista.
En pocas semanas, se unirá el bolivariano al cuarteto de la tiranía momificada. Se puede convertir, como Lenin en Moscú, en un reclamo turístico de gran importancia. A no ser que Maduro quiera llevarse la momia a su casa para llorar más a gusto. Que allí, todo es posible.
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