Restringido

Leyenda de las golondrinas

La Razón
La RazónLa Razón

La abuela Bibiana nos decía que era pecado matar una golondrina. Aseguraba que el Viernes Santo acudieron al calvario en bandada y arrancaron las espinas de la frente del crucificado. Desde entonces son sagradas. La leyenda llegó a ser muy popular y ha andado en coplas piadosas desde antiguo. «En el monte Calvario /las golondrinas/ le quitaron a Cristo/ muchas espinas». Cuentan también que la primera golondrina que consiguió arrancar una espina al Cristo agonizante voló y voló, cruzó tierras y mares hasta posarse cerca del pueblo madrileño de Navacerrada en un cerro que llaman desde entonces el Cerro de la Golondrina. La tradición atribuye a la compasiva acción de las golondrinas en la cruz las manchas rojizas que lucen en el pecho y el negro de su dorso, que es luto completo en los ocetes, sus parientes cercanos. Según otra leyenda menos comprobada, pero que la abuela daba también por cierta, lo que hicieron en realidad las golondrinas la tarde de Viernes Santo fue volar en torno a la cruz y acercar con su pico un poco de agua a los labios resecos del Cristo agonizante. En fin, otra antiquísima leyenda armenia cuenta que al rayar el alba del domingo de Pascua las golondrinas acudieron en bandada al sepulcro de Cristo y, al comprobar que estaba vacío, volaron a todo el mundo anunciando la Resurrección. Desde entonces pregonan además la llegada de la primavera.

Todo esto dio pie a la frase mil veces repetida en el pueblo, antes de que la gente estuviera más pendiente del teléfono inteligente que de la llegada de las golondrinas, de que «las golondrinas son de Dios» y, como consecuencia de ello, «las golondrinas no se matan». Pero no siempre ha sido así. Antes de Cristo no estaban tan bien vistas. Uno de los consejos de la escuela pitagórica reza: «No permitas que una golondrina haga su nido bajo tu tejado». Personalmente me quedo con la recomendación de la abuela, y siempre me ha parecido imperdonable, casi un crimen, ver a un vecino destrozando con un palo el nido de la golondrina fabricado prodigiosamente con barro bajo el alero de su casa. Al paso que vamos, nos quedamos sin golondrinas, como nos estamos quedando sin abejas y sin gorriones. Algo estamos haciendo mal. ¿Quién arrancará entonces las espinas de la frente del crucificado?