Irene Villa

Lo mejor de la vida

La emocionante marea de globos rojos en forma de corazón para apostar por un enorme y contundente sí a la vida, vuelve a recordar la importancia de mejorar la protección legal de la vida del concebido y de la mujer embarazada. Porque dar vida es sin duda lo mejor que nos puede pasar en nuestra existencia, mientras que interrumpirla significa cargar con una pesada losa para siempre, y creo que nadie se merece eso, y menos en nombre de un derecho de la mujer, cuando es precisamente la mujer la primera y principal en sostener el peso, consciente o inconscientemente, de esa dura e irreversible decisión tomada quizás con demasiada premura y con demasiado miedo. Las manifestaciones seguirán hasta que se cumpla el compromiso electoral de derogar la norma aprobada por el anterior gobierno socialista referente al aborto. Creo que no hay mejor forma de definir la llegada de un hijo con alguna discapacidad, lo que llega a mejorarnos como personas, a llenarnos la vida, dándole un sentido infinito, que como lo hace mi amigo Pepe Álvarez: «Visto desde fuera, tener un hijo con síndrome de Down es, para la mayoría de la sociedad, una desgracia ajena. Visto desde dentro, para la mayoría de los padres la noticia es un shock; para algunos, incluso, una tragedia. Pero con el paso de los días, el drama va dejando paso a la comedia romántica y, con los años, la presunta tragedia se convierte, casi sin excepción, en una maravillosa historia de amor». ¿Quién, sabiendo esto, osaría cercenar lo mejor y más gratificante de la vida?