José Antonio Álvarez Gundín
Los 13 de Ponferrada
Al conjurarse para tomar al asalto el Ayuntamiento donde en otro tiempo gobernó con sabiduría la orden del Temple, los 13 de Ponferrada, ocho socialistas y cinco ismaelitas, han derruido en 24 horas lo poco que permancía en pie de la ética política según el último barómetro del CIS. No ha quedado piedra sobre piedra. La primera víctima ha sido la voluntad democrática de los vecinos, quienes jamás imaginaron una traición que empezó como tragedia y ha terminado como farsa. Lo siguiente en sucumbir ha sido la dignidad de un partido, el PSOE, reducido a pavesas, sin principios ni liderazgo ni autoridad moral. Rubalcaba es ya sólo el administrador concursal de la Casa de Tócame Roque con puerta giratoria, un consorcio quebrado por la indisciplina de sus propios accionistas. Como ya sucedió en Benidorm con la mamá de Pajín, los ex socialistas de Ponferrada están persuadidos de que dentro de un par de años, cuando Rubalcaba sea descabalgado, su traición les será perdonada y el partido les abrirá sus brazos amorosos. Quienes no se respetaron a sí mismos entonces, difícilmente pueden exigir respeto ahora. Ni en Ponferrada ni en Ferraz. Por lo demás, cuídese Samuel Fogueral de los idus de marzo, acaso Bruto esté afilando la daga que yugule el pacto nacido de una venganza personal. Traición y poder caminan de la mano desde que Caín asesinara a Abel y cuando el ansia por alcanzarlo es desmesurada, se sacrifican ideales y hasta lazos familiares. Raro sería que entre los 13 no se escondiera un judas taimado presto a vender de segunda mano la plaza conquistada en mitad de la noche. El trono trece ocupaba el ángel caído en la jerarquía celestial y fue un día 13 cuando la maldición del último maestre templario, condenado a la hoguera, cayó sobre sus verdugos como un rayo divino.
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