Ola de Calor
Los efectos perversos
El calor hace estragos en las aulas y en los ánimos del profesorado. Nos estamos volviendo muy sensibles al frío, al calor y las inclemencias climatológicas en general. Hace sólo unos años, en las casas, no existías otro aire acondicionado que no fuera el del abanico, ese que ahora el consejero de Sanidad, Sánchez Martos, recomienda a los escolares para combatir el calor en las aulas, y que le ha valido mofa, escarnio, críticas y amenazas de reprobación.
Preocupa, sin duda, que varios alumnos hayan tenido que ser atendidos por indisposiciones a causa de esa ola de calor, que nos tiene a todos cocidas las entendederas. Y para evitar males mayores, el profesorado ha hecho una reflexión: si por inclemencias invernales, sobre todo nevadas, se pueden suspender las clases, ¿por qué no hacer lo mismo por el calor? Sólo ellos están de acuerdo, y si la Comunidad les autoriza a que tengan autonomía para decidir cuándo se debe reducir la jornada lectiva por altas temperaturas, no dudarán en ejercerla responsablemente; es decir, curándose en salud y asumiendo que más vale prevenir que curar un golpe de calor. En ese caso, si el profesor decide que, a la vista de que el termómetro se dispara, hay que acabar la jornada lectiva a las once de la mañana y mandar a los chicos a casa, ¿qué han de hacer los padres que trabajan fuera del hogar? Llevarse un sofoco. Es inadmisible que en la moderna estructura colegial de la Comunidad de Madrid, haya centros sin recursos para combatir las altas temperaturas, y esto habrá que solucionarlo. No ha sido un acierto la fórmula del abanico de papel, ni la pantomima de los diputados. La iniciativa de que los profesores puedan acortar la jornada por el calor, puede traer más problemas que beneficios. ¡Ay Dios mío, qué malos son estos calores para la cosa del raciocinio!. Y es que algunos, cuánto más aceleran, más calentitos se ponen.
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