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Alfonso Ussía

Los imputados

Mi ignorancia jurídica me impide establecer una equivalencia entre la condición de imputado y la de procesado. Si consiste en lo mismo, no entiendo el cambio, porque toda cita con la Justicia es un proceso que principia y se culmina con la absolución o la condena. Pero la moda ha eliminado el procesamiento cambiándolo por la imputación, y me parece muy bien porque hay que darle aire y alegría al lenguaje.

Vivimos en una nación habitada por centenares de políticos imputados en delitos económicos. La imputación, como el procesamiento, no implica culpabilidad. La culpabilidad depende exclusivamente de la sentencia, si ésta es condenatoria. Ni Magdalena Álvarez con los ERE, ni Bárcenas con el dinero suizo y la contabilidad del Partido Popular, ni Oriol Pujol con los tejemanejes de los talleres de la ITV, ni el resto de los imputados e imputadísimos han sido condenados, y por ello son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Dimitir por una imputación es un detalle de cortesía, no una obligación moral. Se agradece el detalle y la vida sigue. Otra cosa es una sentencia condenatoria. En tal caso, la dimisión de un cargo público tiene que ser inmediata a la firma de la sentencia. Sánchez Gordillo, el asaltante de supermercados y campos ajenos, ha sido condenado a siete meses de prisión. No puede seguir ocupando un escaño inmunológico en el Parlamento de Andalucía. Su propia formación política, Izquierda Unida, tendría que haberle señalado la puerta de la calle. Pero ha hecho lo contrario. Lo ha defendido y se manifiesta orgullosa del proceder del condenado.

No he sido capaz jamás de entender las amnistías sociales que se derraman tan generosas sobre el comunismo. El comunismo ha sido el sistema más brutal e inhumano inventado y desarrollado por el hombre. Sin el comunismo, la supuesta revolución del proletariado, nunca habría nacido el fascismo, la revolución de la burguesía. No es momento de establecer comparaciones entre uno y otro. La Historia es fría cuando el tiempo pasa y ahí están los datos, tremendos y ensangrentados en los dos extremos. Pero el fascismo tiene muy mala prensa y el comunismo parece pertenecer a un mundo idílico y maravilloso. En mi opinión es tan profundamente antidemocrático como el fascismo, y prueba de ello es que en el ejercicio del Poder el comunismo siempre se ha traducido por tiranía, dictadura y muerte de la libertad, amén de quiebra económica. Si Gordillo se dedica a asaltar supermercados y ocupar violentamente –el número de asaltantes es una acción inequívoca de violencia–, tierras que no le pertenecen, y es imputado por ello, juzgado por ello, y condenado por ello, está incapacitado para seguir ocupando un escaño en el Parlamento de Andalucía, por muy bien que se acomode su trasero en el escaño, por muy bien que lo sienta mullido y acogedor, y por muy bien que le recompensen económicamente la acogida y el mullidor amparo. Gordillo ha sido condenado por haber delinquido, y las instituciones legisladoras no pueden permitirse la incoherencia de estar formadas por delincuentes cuyas condenas dan por probada su culpabilidad en los hechos juzgados.

Pero la amnistía permanente que se derrama sobre el comunismo lo convierte en víctima del perverso sistema liberal. Gordillo no es el culpable de asaltar la finca «Las Turquillas». Es el campo llamado así, y propiedad del Ejército, el principal culpable por obstinarse en no permitir que Gordillo levante la barrera, ocupe el terreno y se aproveche de que ningún soldado tenga la osadía de rozarle ni un pelo de la barba, que la lleva sucia, y esto no tiene que ver con el asunto, pero le recomiendo un «Vim Clórex». Gordillo tiene que dimitir. O Izquierda Unida prescindir de su frenética lucha a favor del proletariado del siglo XIX.