China

Los significados de la historia

Los teóricos enfrascados en los temas más discutibles de conceptos y pensamiento político, tanto desde una actitud liberal como desde posiciones conservadoras, hacen frente a la burocracia y a la imposición de un sistema administrativo que pueda considerarse coacción de la libertad política, cuando en realidad se trata de leyes posteriormente aprobadas, aunque en un tiempo distinto del que acontece en el momento del rechazo. Puede ensalzarse, pues, el mercado capitalista como una manifestación de libertad, como ocurre en el caso de Hayek, y, sin embargo, para Marcuse, el consumismo capitalista sólo representa una inducción deshumanizada característica del predominio del capitalismo. Pensadores, inducidos por la hostilidad hacia el consumismo, lo consideran como un modo de esclavitud e indefensión y, en consecuencia, como una detención de la posibilidad creadora de los hombres ante el impacto tecnocrático. El sociólogo alemán Max Weber, fallecido en 1920, recién concluida la Primera Guerra Mundial, aplicó su inteligencia al análisis -superando la nueva descripción factual, con la que muchos historiadores contemporáneos creen que el tema ha quedado agotado- al análisis de la sociedad moderna desde el contexto de la historia universal, interesándose en su análisis por la dimensionalidad política de la vida, sin llegar de ningún modo a un valor decisivo capaz de comprender la razón histórica de la cuestión, que sería la «frontericidad» con estructuras de la construcción arquitectónica del complejo mundo histórico en cada momento, analizado inmerso en la intimidad epocal. Ello permitirá un diagnóstico que, en rigor, trata de encontrar el «significado», un concepto fundamental que en la Historia moderna –se entiende posterior en el tiempo a 1925– que para Weber supone la centralidad de la orientación, pues para él los hombres tienen una necesidad de concebir el mundo como una totalidad significante. Como quizá ocurra con la estructura económica de la historia, pero de ninguna manera con la política, ni mucho menos con la religiosa. Tanto una como otra, así como la estructura cultural, ofrecen inducciones funcionales, que poco o nada tienen que ver si no es con la mentalidad epocal. La ciencia es de aplicación de «solución» a una búsqueda problemática de salida o una meta y qué consecuencias pueden originar en los cambios históricos.

Aquí se origina un problema que gira en torno a algo que en estos momentos se le presta atención importante en las Universidades británicas, que consiste en que dada la importancia que las religiones universales tienen en la enseñanza especializada, deben prestárseles atención. No se refiere esta cuestión a dimensiones inseparables de las religiones en la historia general constituyente del mundo humano, sino que las religiones ofrecen la búsqueda de sentido del universo o, de manera especial, la falta de sentido del mundo humano o, como las denomina Max Weber, buscan tanto la liberación del sufrimiento y la trascendencia a la muerte, que dotan al creyente de las implicaciones según el modo como se vive la vida. Existen diferencias notorias en las religiones del mundo occidental y las del mundo oriental; por un lado el Cristianismo y por las principales religiones de las culturas de la India y de China. Para el ilustre sociólogo la diferencia entre una religión occidental y una oriental, radica en su distinto «rechazo del mundo», lo cual no entra en una dimensión diferenciadora, sino a una fenomenología de la religión en la vida, en la que las personas pasan el mayor tiempo de la suya.

Precisamente por esta razón, como ha llegado a configurar el análisis de la actitud en la doble posición ascética y mística. En el contraste ascetismo y misticismo se adquiere, en ambas actitudes, que en el mundo cristiano occidental son manifestaciones en el que contrasta el concepto occidental de vida sagrada que imprime el cumplimiento de la voluntad y que racionaliza, a través de la fe, un enorme potencial. El ascetismo religioso retrasa lo cotidiano de un modo que no encuentra la estela de trascendencia en la persona humana. Lo cual le otorga la condición redentora, independizándola de cualquier participación política. Ello no significa, en absoluto, que puede ser argumental libremente desde supuestos políticos inadecuados a la moral de fundamento religioso.