Crisis en el PSOE

Majaderos

La Razón
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Mi padre, que era un ingeniero severo y profundo, siempre me decía que en la vida se puede hacer de todo, menos el ridículo.

Pues los socialistas están haciendo el ridículo y a lo grande. Sin recato, ante las cámaras de televisión y con alevosía.

La trifulca del PSOE, que ha tenido mucho más de pelea cutre de comunidad de vecinos que de guerra civil, se ha saldado con un vencedor indiscutible: Mariano Rajoy. También con una baja de peso: el partido que refundó Felipe González hace 41 años.

Se podían haber ahorrado el trago, si Pedro Sánchez hubiera tenido un poco menos de ambición y algo más de seso. Quizá y a falta de un gramo de cordura en la cabeza del ya ex secretario general y de su cuadrilla, también habrían sido las cosas diferentes si alguno de los capitostes del llamado «Sector Sensato» hubiera alzado la voz a tiempo.

No lo hicieron. Prefirieron por comodidad, miedo o simple cálculo dejar que las cosas rodaran. No reaccionaron cuando Sánchez optó por entregar a Podemos las principales capitales de España, tampoco cuando perdió las elecciones del 20-D y ni siquiera cuando volvió a pegársela el 26-J.

Y al final, tras dispensar a la opinión pública un festival grotesco, asisten estupefactos a un suicidio político casi comparable al que protagonizó en 1982 la extinta UCD.

De los Ximo Puig, Miquel Iceta, Francina Armengol o Idoia Mendía mejor no hablar porque parecen submarinos enemigos. A Susana Díaz ni está ni se le espera, porque en esta trifulca ha quedado en evidencia que tiene bastante menos empaque del que le atribuíamos.

A estas alturas, la única esperanza que resta al PSOE es que Javier Fernández, que acaba de decir que la peor solución son las terceras elecciones, opte por abrasarse en la hoguera de los demagogos y cuente sin remilgos a su exaltada y cerril militancia dónde están y dónde van si perseveran en ese camino.

Así, a lo mejor, conservando los 85 escaños, logran desde la oposición salvar los muebles.