Julián García Candau

Mando en plaza

La fiesta nacional francesa la celebró el británico Chris Froome. El día en que siempre se recuerda al inglés Simpson, muerto en la ascensión del Mont Ventoux, fue su compatriota, el líder del Tour, quien llegó primero a lo alto de la dramática cumbre para homenajear su memoria, consolidar su liderato y sentenciar la carrera si tenemos en cuenta el modo en que ganó y la manera en que se desvaneció Contador, con quien contábamos para conseguir de nuevo el podio de los Campos Eliseos.

Chavanel quiso ser el francés del día y se hundió. Mikel Nieve intentó ganar la etapa y también acabó cediendo tras una carrera extraordinaria. Valverde, a quien se le suponía la obligación de resarcirse de lo sucedido el día anterior, tampoco. Purito Rodríguez no estuvo nunca en la pelea y cuando ya no se le esperaba acabó de manera brillante. Contador se pegó a Froome. Quintana se fue por delante para romper la carrera y medir las fuerzas de los mejores. Cuando parecía que el colombiano se iba solo, arrancó Froome y Alberto no pudo seguirle. El británico se unió a Quintana y en el momento oportuno lo descolgó. El triunfo de Froome fue casi de apoteosis. Dejó sentado que es el más fuerte. Verle caer en los Alpes empieza a ser vana ilusión. Froome es mejor en contrarreloj, llanea y sube mejor que los demás. Todo parece sentenciado.

Posdata. La presentación de Illarramendi, la más humana de las conocidas. No llegó solo. Lo arropó su pueblo.