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Marley

La Razón
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El otro día, concretamente el jueves, se cumplieron treinta y seis años de la muerte de Bob Marley, uno de los héroes de camiseta más rentables del mundo. Marley se murió de un melanoma que se le descubrió después de jugar al fútbol. Se pegó un golpe en un pie, se le infectó el dedo gordo, le descubrieron el cáncer, le ofrecieron amputarse el miembro, no quiso porque los rastafaris no se pueden cercenar ninguna parte del cuerpo, y se fue muriendo de a poquito pero sin freno. Pasó todo el miedo del mundo y finalmente consintió en someterse a radioterapia. Su muerte fue una tragedia, como todas las que suceden a diario, como todas las que tiene que ver con cualquier ser humano, solo que la suya ocupa a un género musical distinto, universal y peculiar. El reggae le debe todo a Marley pero sobre todo Jamaica le debe todo a Marley. Viajar a la isla proporciona en cualquier turista varias sensaciones a simple vista: que no tiene historia (esto ya lo puedes intuir antes de ir), que la historia que tiene es joven, salvaje e instintiva. Que su patrimonio es que el creador de James Bond tuvo un casoplón allí y que es motivo de orgullo. Que fue el país que inventó el All Inclusive porque no había manera de salir de un hotel sin que peligrara tu vida. Y que Marley, símbolo patrio y musical, era un machista de tomo y lomo, un homófobo con portero automático y que aparece en los paneles de las carreteras como si fuera una deidad. Su panteón es motivo de peregrinaciones, de visitas de todos los viajeros del mundo, y es ahí cuando te das cuenta de que es uno de los héroes de camiseta más mentirosos del globo terráqueo. Su legado está lleno de oscuros, de hagiografías sin contrastar. Y ahora llega la gran pregunta. ¿Debe ser un ídolo profesional también un ejemplo personal? ¿Debe serlo un marido lamentable? ¿Debe serlo un ser humano caprichoso, un consentido, un señor feudal con siervos, con mujeres a su gusto? ¿Debe ser un tipo excepcional en lo suyo un reclamo que promueva la única fuente de ingresos de su país? ¿No estamos ante una nueva forma de excentricidad? Ahí lo dejo, Bob Marley. Con mis respetos musicales. Y punto.