César Lumbreras
Más girasol, menos oliva
España es el principal país productor de aceite de oliva del mundo. Sin embargo, durante el año pasado se consumió más aceite de girasol envasado que de oliva. Dicho de otro modo, cuando vamos a comprar al establecimiento correspondiente, una parte de los españoles se decanta por coger la botella del aceite de girasol en lugar de aquella que contiene el procedente de las aceitunas.
Según los envasadores y refinadores, las ventas de la grasa envasada que sale de esa oleaginosa superaron ligeramente las 300.000 toneladas, mientras que las de aceite de oliva se quedaron en 296.000 toneladas. Y es que en 2017 se registró una caída del 14% en las ventas de aceite de oliva, mientras que las de girasol aumentaron cerca del 20%. El motivo fundamental de esta tendencia ha sido la subida de los precios al consumidor de nuestra grasa nacional por excelencia.
Se trata de un fenómeno que no es nuevo y que se ha registrado otras veces, cuando las cortas cosechas de aceituna para molturación han sido bajas y la oferta ha disminuido. Visto lo anterior, es verdad que se nos llena la boca hablando de las bondades y cualidades del aceite de oliva, especialmente de los vírgenes extra, pero una parte de los consumidores españoles toma sus decisiones de compra en función únicamente del precio, lo que es muy legítimo y comprensible.
Sin embargo, como este hecho está ahí, sería conveniente que el propio sector lo valorase y lo tuviese en cuenta para que actúe en consecuencia en los próximos años. Ahora bien, dudo de que lo hagan porque en estos momentos las exportaciones y ventas al exterior van como un tiro, lo que salva el mercado en general y también los precios. Por otro lado, durante la actual campaña se espera una producción corta, ya que difícilmente se llegará a 1,2 millones de toneladas, y las cotizaciones seguirán en niveles altos. Es previsible que esta tendencia de subida del consumo de aceite de girasol y bajada del de aceite de oliva se mantenga.
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