Julián Cabrera

Medias verdades y Prensa

Si alguna deuda tiene la democracia española con la Prensa es sin duda la de su papel de drenaje ante los malos usos del poder y las tentaciones de corrupción política en las últimas décadas.

A nadie se le escapa que en este país hubiera sido mucho más difícil, cuando no imposible, desenmascarar escándalos como Filesa, los Gal, Ibercorp, Gurtel, ERE y un larguísimo elenco sin la labor investigadora de obstinados e incómodos periodistas apoyados en la confianza de sus grupos de comunicación. Pero de eso a confundir el papel de la Prensa con el de un instrumento para quitar o poner jefes de gobierno, ser juez y parte en determinados procesos, o como elemento de presión, si no de chantaje, media un auténtico abismo.

Los que conocemos a Rajoy sabemos que no es precisamente el perfil llegado a la política para hacer dinero, todo lo contrario; aunque no caeré en la ingenuidad de afirmar que nadie en su partido haya aprovechado coyunturas para lucrarse; eso va en la condición de las miserias humanas y Rajoy lo sabe y lo lamenta sobre todo cuando se le nombra a un Bárcenas al que no olvidemos ya «invitó» hace cuatro años a abandonar su escaño de senador y con el que cortó toda comunicación una vez confirmados los fondos suizos del ex tesorero.

Es cierto que hay una acusación de cobros B a cargo de un presunto delincuente que ya ha mentido a jueces, fiscales y a algunos periodistas, pero es el que acusa quien debe demostrar la veracidad de esos cobros, salvo que lo que se pretenda sea el daño irreparable del ventilador de la mentira o la media verdad, como instrumentos para sustituir a un Gobierno legítimo por ejes con tufo a reedición de Tinell y aromas bolivarianos.