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México

La Razón
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Algo especial tendrá México para que haya recibido el mayor número de visitas papales a un país de América Latina. Juan Pablo II abrió su carnet de viajes llegando al país azteca en enero de 1979 y volvió once años más tarde en 1990. En el 93 pasó sólo un par de días camino de Denver (EE UU) y lo mismo sucedió en el 99 camino de St. Louis. En el 202, ya muy disminuido en sus fuerzas físicas, quiso desviarse a su regreso de de la JMJ deToronto para realizar dos escalas, una en Guatemala y otra en la capital mexicana.

Desafiando los consejos médicos que se lo desaconsejaban por su altitud, Joseph Ratzinger no quiso faltar a su cita con México y lo visitó en marzo del 2012, antes de dirigirse a Cuba.

Siendo el primer papa latinoamericano de la historia de la Iglesia, Bergoglio no podía demorar más su promesa de visitar a la Virgen de Guadalupe en su santuario, que recibe cada año a veinte millones de peregrinos y es el mayor santuario mariano del mundo.

Pero fiel a su deseo de no olvidar las periferias geográficas y espirituales del mundo, una vez superada la inevitable jornada oficial en Ciudad del México, Francisco se ha lanzado a recorrer algunas de las zonas del país que no habían sido incluidas en los anteriores itinerarios papales. Hoy lunes llegará a primeras horas de la mañana a San Cristóbal de las Casas, donde celebrará una eucaristía con las comunidades indígenas de Chiapas, a la que seguirá un almuerzo con los representantes de esas comunidades, que revindican el respeto a la cultura a y a los derechos de los indios.

Otras dos etapas comprometidas son las de mañana en Morelia capital del Estado de Michoacán y, de modo muy especial, Ciudad Juárez, una de las localidades más violentas y peligrosas no sólo de México sino del mundo entero: feminicidios, narcotráfico en cantidades astronómicas y delincuencia desenfrenada son algunas de la características de la última etapa de este «distinto» viaje papal.