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Mezquita monumental

Mezquita monumental larazon

El Emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Zani ha anunciado que está dispuesto a desembolsar 2.200 millones de euros para comprar y posteriormente convertir en una gran mezquita la plaza de toros Monumental de Barcelona. Qatar mantiene unas magníficas relaciones con la Ciudad Condal desde que se hizo con el patrocinio del «Barça», y parece ser que tanto el Ayuntamiento barcelonés como la Generalidad de Cataluña ven con muy buenos ojos la inversión y acondicionamiento islamista de la que fue en su día una fundamental plaza de toros. El Parlamento catalán prohibió la celebración de corridas de toros en todo el territorio de Cataluña en defensa del toro bravo y por repugnancia a su sufrimiento durante la lidia. Mera excusa para socavar la indestructible alianza cultural con el resto de España. El toro sufre y la mujer adúltera merece ser apedreada hasta la muerte con la mitad del cuerpo hundido en la arena. Se trata de transformar el espectáculo.

Las plazas de toros tienen mucho de circo romano en su estética. Y en su origen, como la francesa de Nimes. Atenas y Roma nos regalaron su civilización y el mundo occidental, gracias a la evolución del humanismo cristiano está, más o menos, ubicado en el siglo XXI. No sucede lo mismo con las naciones musulmanas, empeñadas en no moverse del Medievo. Lo tienen todo para desarrollar los derechos humanos, pero se lo impide la inflexibilidad en la interpretación del Korán. La mujer es un cero a la izquierda, el homosexual un degenerado que no merece vivir, y el cerdo un animal podrido que atenta contra la dignidad de Alá. Tenemos el primer problema. Durante las celebraciones multitudinarias en la Mezquita-Plaza de Toros de Barcelona no se podrán vender bocadillos de jamón, butifarra, fuet o salchichón de Vic. Renuncio públicamente a ser en el futuro un asiduo orante de la nueva gran mezquita.

Resulta inteligente abrir las puertas de par en par a los islamistas. No se verán obligados a molestarse en invadirnos. Una invasión es una lata, porque los invadidos se defienden de los invasores y se puede armar la de Troya. De ahí que la creación de nuevas mezquitas en España alivie considerablemente los riesgos de la invasión cruenta. No será necesario. En otras naciones de Europa, el proyecto del Emir Tamim bin Hamad Al Zani sería una quimera, pero no en España. Desconozco los pormenores y detalles arquitectónicos de la transformación, pero creo conveniente recomendar a los inversores del fastuoso proyecto que no eliminen en su totalidad el redondel del viejo ruedo. Los versos «Uno, dos y tres,/ tres banderilleros en el redondel», se podrían modificar al respecto, adecuándolos a los nuevos tiempos: «Uno, dos y tres/ tres apedreadas en el redondel». Y no es pequeño el segundo problema. La orientación. Todo turista o visitante que llega a Barcelona pregunta por la Sagrada Familia, el Parque Güell, el Museo Picasso, el Liceo, el «Camp Nou», las Ramblas, la plaza de Canaletas, y el hogar en el que nació Pilar Rahola. No hay barcelonés que se niegue a orientar al desubicado. A partir de ahora, y siempre que se use del idioma catalán para formular la pregunta, los turistas querrán saber, con todo su derecho, donde está La Meca. Y pueden darse confusiones y discrepancias desagradables.

Sucede que si Qatar sigue inyectando millones de euros al «Barça», la próxima mezquita se construirá en las Reales Atarazanas, que tampoco importan por ser un vestigio cultural de la Corona de España.

Ya puede la tradicional empresa textil catalana confeccionar chilabas. No hay mal que por bien no venga.

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