Cataluña

¿Mi país?... mis votos

La Razón
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Si el socio te agrede te tienes que defender» vino a ser el mensaje fuerza de Rajoy a sus «Barones» en el cónclave-almuerzo del lunes. Huele a demoscopia, a batalla pre electoral, a lucha encarnizada por el hábitat. Curiosos contrastes. Justo el mismo día de la pasada semana en el que conocíamos el ejemplo de estabilidad que para Europa ha supuesto el acuerdo de gobierno en Alemania entre los conservadores de Merkel y los socialdemócratas de Shultz, aquí en España lo que se imprimía era la tarjeta de visita de un periodo de sesiones parlamentarias que no solo se ofrece convulso e improductivo, sino que siembra todas las dudas a propósito del agotamiento de la legislatura. Si el período anterior no se caracterizó precisamente por agilizar ni grandes iniciativas legislativas ni amplios consensos entre mayorías minoritarias siendo más bien un elenco de broncas de hemiciclo y poco concluyentes comisiones investigadoras más encaminadas a desgastar al adversario que a buscar la verdad, difícilmente puede presumirse que en este nuevo curso se pueda avanzar más allá de la aprobación de unos presupuestos que se antoja a todas luces insuficiente como bagaje legislativo. Dando por amortizado que la crisis política en Cataluña, más allá de haber sido motivo para albergar un gran debate en el Parlamento nacional, comienza a convertirse en arma arrojadiza –repásense el reciente «rifi rafe» Rajoy/Rivera a cuento del presunto trasvase de fondos «FLA-Procés»– cuesta poco colegir que un Gobierno apoyado por tan solo 137 diputados y con ese nulo bagaje pactista en el resto de la Cámara, difícilmente puede sacar adelante iniciativa alguna en terreno tan embarrado. La pregunta sigue siendo la misma. Hasta qué punto los partidos actuales supeditan los grandes intereses de los ciudadanos a su supervivencia o sobre todo a las oportunidades que se les brindan de pescar votos en ajenos caladeros. No cabe engañarse con el mantra que suele situar a las mayorías absolutas como el padre de todos los males. Las oportunidades de revitalización de la vida pública que brindaba el posible fin del bipartidismo y un arco parlamentario más heterogéneo no se corresponden con esa cantinela de «los ciudadanos nos mandan el claro mensaje del pacto y la negociación». El mandato popular parece evidente, pero los destinatarios, más allá de aplicarse al cuento de la madurez política mostrada por conservadores y socialdemócratas alemanes, prefieren estar a lo suyo. Aguante o no la legislatura, de momento lo inmediato, lo que está en juego es el poder territorial. Primero mis votos, luego el país.